¿Qué es la misa tridentina que ha reautorizado el Papa León XIV y cuya restricción por parte de Francisco levantó ampollas entre los tradicionalistas?
La misa que este sábado por la tarde se celebrará en el Vaticano será más especial de lo habitual. Por primera vez desde 2021 y gracias a la autorización del Papa León XIV, se podrá oficiar la misa «tridentina» en la basílica de San Pedro. Será el cardenal ultraconservador estadounidense Raymond Burke el encargado de llevarla a cabo. Pero ¿cómo es esta misa y por qué resulta polémica?
También llamada misa de San Pío V, era la habitual hasta que el Concilio Vaticano II decidió cambiarla. La misa tridentina se compuso hacia el año 1570, tras el Concilio de Trento, con la particularidad de que sus oraciones son solo en latín, los sacerdotes la celebran en voz baja y están de espaldas a los asistentes.
Se dejó de usar oficialmente en 1969, cuando Pablo VI la sustituyó con el rito actual de la misa, que puede celebrarse en el idioma de los participantes y en voz alta, y tiene mayor variedad de lecturas.
En 2021, el Papa Francisco limitó su celebración, para la cuál estableció la necesidad de un permiso del obispo de esta diócesis, que no era obligatorio desde que Benedicto XVI lo suprimió en 2007 para evitar nuevas rupturas en la Iglesia como 'forma extraordinaria del rito romano'.
Esta decisión, una de las más delicadas del Papado de Francisco, levantó ampollas entre los sectores católicos más tradicionalistas y la reautorización por parte de su sucesor busca precisamente calmar las aguas. De hecho, Burke, quien oficiará la ceremonio, es uno de los más feroces opositores al fallecido pontífice argentino.
El regreso de la misa tridentina al Vaticano constituye «un gesto de apaciguamiento, es decir, que todo el mundo forma parte de la Iglesia: todas las categorías deben ser aceptadas y acogidas», en palabras de Martin Dumont, historiador y secretario general del Instituto de Investigación para el Estudio de las Religiones. Sinónimo de su estrategia de unificación, el mensaje del Papa parece claro: la misa tradicionalista tiene su lugar siempre que no ponga en tela de juicio el legado del Concilio Vaticano II.
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