Fidel Castro y el crimen organizado.



En unos pocos días se cumple un aniversario más de la muerte del sujeto que destruyó la República de Cuba y ha puesto en estado agónico el concepto de nación en muchos de los hijos de la mayor de las Antillas.
No se pueden abordar las acciones criminales acontecidas en Cuba en estos últimos 66 años, muchas de ellas con graves repercusiones en varios países, sin atribuirle la exclusiva responsabilidad a Fidel Castro.
Si no fue el primero, no hay dudas de que el caudillo cubano se encuentra a la vanguardia de los delincuentes que vincularon el crimen con la acción política.
Castro nunca fue un idealista, un hombre con pensamiento social definido, solo, un sujeto que ambicionaba el poder de forma absoluta, sin espacios para el disentimiento, tal y como se produce en los grupos fuera de la ley.
Castro mucho antes de tomar el poder había estado vinculado a grupos delincuenciales en la Universidad de La Habana y participado en más de un asesinato. Sus inclinaciones estaban muy definidas, razón por la cual, asumió la ruta de la violencia para lograr sus propósitos más nefastos.
Según personas que le conocieron su intelecto sólo se enfocaba hacia el control y la manipulación de los que le rodeaban, mientras, procuraba generar acontecimientos que le favorecieran.
Afirman, que siempre padeció de un agudo mesianismo y que se consideraba elegido para realizar misiones trascendentes y únicas.
Apuntan antiguos compañeros que anhelaba el poder a toda costa y que su participación en los pequeños, pero poderosos grupos mafiosos de la Universidad de La Habana, era el medio que le permitía escalar posiciones y adquirir prestigio en un ambiente que se caracterizaba por la violencia y la indiferencia de la gran masa estudiantil, que sólo quería concluir sus estudios.
A través de la historia encontramos numerosos políticos que en sus acciones publicas fueron más letales que los criminales en serie más prolífico, pero Fidel Castro, contrario a estos, fue un criminal antes de ser político.
Cuando Castro asumió el control del gobierno cubano el primero de enero de 1959, era la primera vez que el país estaba regido por un criminal transformado en político. Habíamos sufrido mandatarios que eran políticos con apetitos criminales, pero nunca, un criminal que manejaba la política como herramienta para gobernar el país.
El quiebre de todas las instituciones republicanas, particularmente, Justicia, Seguridad Pública y Fuerzas Armadas y la designación al frente de esas dependencias de funcionarios incondicionales que acataban los mandatos del “jefe”, no las legislaciones previamente establecidas, conduce a considerar a esos sujetos como parte del núcleo fundacional del aparato delictivo que asociado a organizaciones del crimen internacional, ha dirigido los destinos de Cuba y de más de un país del hemisferio en las últimas décadas.
Castro recurrió a la violencia organizada para tomar el poder y desarrollo esa exitosa estrategia en todo el hemisferio americano durante décadas desde el mismo año de la victoria insurreccional.
La subversión arropada en propuestas ideológicas para disponer cambios políticos estructurales fue otra falsa del crimen organizado que Fidel impulsaba. Los subversores más que enfrentamientos militares practicaron el secuestro en busca de pagos de rescate, terminando involucrados en el narcotráfico internacional en procura de riquezas y poder.
La Cuba de los hermanos Castro presenta un prontuario criminal que abarca desde actos terroristas, espionaje, asociación con secuestradores y narcotráfico, por referir solo los más relevantes.
El totalitarismo castrista ha espiado a todos y todo sin excepción. Cierto que Estados Unidos ha sido su principal objetivo, pero a través de sus servicios de inteligencia, incluido el desaparecido Departamento América, el ministerio de Relaciones Exteriores y el Instituto de Amistad con los Pueblos, ICAP, sus espías han operado en incontables lugares, ya que los recursos provenientes del crimen organizado de que dispone el sistema siempre aparecen para tales actividades.
El narcotráfico ha sido uno de los actos criminales más exitoso del totalitarismo castrista, tanto, que hay dos leyendas urbanas difíciles de rebatir.
Cuentan que Ernesto “Che” Guevara y Fidel Castro acordaron en la primavera de 1961 que la mejor manera de destruir a Estados Unidos era convirtiendo a su juventud en adicta a las drogas y el Departamento América que dirigía el Manuel Piñeiro, cuando estaba falto de dinero organizaba redes de distribución de estupefacientes.

Pedro Corzo
Periodista
(305) 498-1714
TWITTER: @PedroCorzo43

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