La Inteligencia emocional en los políticos: clave para prevenir la corrupción y el tráfico de influencias
Hoy en día, la corrupción se mantiene como una de las mayores preocupaciones de la ciudadanía, solo superada por el desempleo. Esta realidad no solo genera un enorme coste económico (estimado en pérdidas de 40.000 millones de euros en España), sino que también socava la confianza en el liderazgo. De hecho, los partidos políticos son frecuentemente señalados como las instituciones con mayores problemas de fraude y falta de ética.
Ante este panorama, la pregunta clave es: ¿Podemos evitar el comportamiento corrupto?
Desde la Psicología y la Neurociencia, la respuesta se enfoca en una competencia esencial: la Inteligencia Emocional en los políticos. Estudiar el cerebro del poder puede acercarnos a encontrar la fórmula para un liderazgo más ético y pro-social.
La corrupción en Cifras: un problema de liderazgo y confianza
Para comprender la solución, primero definamos el problema. Una conducta corrupta es aquella que implica un "menoscabo de la integridad, la virtud o los principios morales" y que se orienta a beneficiar el propio interés sin importar las normas sociales o el bienestar ajeno.
El problema es tan grave que, según estudios, un político con acceso a poder puede terminar corrompiéndose, incluso si previamente se consideraba honesto. Esto nos lleva a indagar en qué ocurre en el cerebro cuando se ejerce el poder.
El coste social de la corrupción es enorme. Un estudio realizado en la Universidad de las Palmas afirma que la corrupción genera pérdidas de 40.000 millones de euros, basándose en el análisis del impacto de la corrupción sobre la calidad de vida de los ciudadanos.
Además, según el último Barómetro Global de la Corrupción elaborado por la ONG Transparencia Internacional, se considera a los partidos políticos como la institución más corrupta. En España, los políticos obtenían una nota de 4,4 sobre 5 en la escala de corrupción.
Con todo el dinero que se escurre a partir de la corrupción, el gobierno podría realizar inversiones enfocadas a la creación de puestos de trabajo. Por tanto, estudiar desde diferentes puntos de vista el comportamiento corrupto, podría acercarnos a encontrar formas de reducir su impacto negativo y mejorar el bienestar de la ciudadanía.
¿Qué entendemos por una conducta corrupta?
El comportamiento corrupto es aquel que presenta un "menoscabo de la integridad, la virtud o los principios morales que pueden conllevar una inducción al mal por medios indebidos o ilegales". Son conductas o decisiones encaminadas a beneficiar al propio interés sin importar las normas sociales o bienestar ajeno, incluso su propio perjuicio.
Hoy en día se pretende dar respuesta a algunas preguntas comunes con las que todos podemos sentirnos identificados. Preguntas tales como, ¿por qué la gente se corrompe?, ¿por qué tan a menudo, quien se sitúa en un cargo de responsabilidad y tiene acceso a poder puede terminar corrompiéndose? Y sobre todo, ¿Qué ocurre en sus cerebros?, ¿existe la corrupción en el cerebro?
Finalmente, ¿Se podría evitar? ¿Tenemos alguna forma de solucionarlo? Todas estas preguntas no son de fácil respuesta pero hallarlas tendrían una inmensa repercusión en el presente y futuro de nuestras sociedades.
El cerebro del poder: ¿Por qué los políticos se corrompen?
Los últimos descubrimientos en Neurociencia y Psicología Social indican que la posición de alto estatus puede inducir diversas alteraciones psicobiológicas. El poder, más que un título, es un factor que influye directamente en la química cerebral y en las decisiones éticas.
Corrupción y neurociencia: El rol de la testosterona y el cortisol
El liderazgo y la dominancia social están íntimamente ligados a mecanismos biológicos que afectan la conducta social y la toma de decisiones:
- El Efecto Ganador: Estudios en modelos animales y humanos sugieren que ganar en una competición social induce un aumento de la hormona testosterona y una reducción del cortisol (la hormona del estrés) (Mazur & Booth, 1998; Mehta & Josephs 2010).
- Dominancia y egoísmo: Altos niveles de testosterona se asocian con una mayor propensión a defender el estatus y mostrar señales de dominancia. Un estudio clave (Bendahana et al., 2015) demostró que a mayor poder del líder, existía una mayor corrupción, siendo los líderes con más testosterona los más corruptibles. El poder, por tanto, puede cambiar la conducta, creando individuos más egoístas.
El poder como adicción: el efecto dopaminérgico
El efecto de ganar es gratificante y necesario evolutivamente, pero tiene un lado oscuro. El neurólogo Ian Robertson (2012) argumenta que la dopamina juega un papel crucial. Ganar repetidamente puede alterar el circuito dopaminérgico mesolímbico, de forma similar a como lo haría una sustancia de abuso.
Esto significa que el poder puede funcionar como una especie de adicción conductual. Las personas con poder que dominan durante largos períodos tienden a mostrar menos empatía y preocupación por aquellos que están bajos en la escala social.
La clave: autoestima, empatía y liderazgo de prestigio
No todos los líderes son iguales. Un estudio (Johnson et al., 2007) diferenció entre dos tipos de líderes con perfiles psicobiológicos muy distintos:
- Líderes de Dominancia: Buscan el poder para dominar a otros. Suelen tener altos niveles de Testosterona y, crucialmente, baja autoestima.
- Líderes de Prestigio: Buscan ser incluidos y valorados por el grupo social. Presentan una alta autoestima.
Este hallazgo es el puente hacia la solución: la autoestima alta se relaciona directamente con la empatía y la regulación emocional, dos pilares de la Inteligencia Emocional.
Inteligencia Emocional en los políticos: El antídoto contra la corrupción
La Inteligencia Emocional (IE) emerge como la herramienta más eficaz para contrarrestar los efectos negativos del poder en el cerebro. La IE ayuda a los líderes a manejar el estrés, regular sus impulsos y, lo más importante, mantener la empatía y la ética en la toma de decisiones.
¿Por qué la Inteligencia Emocional puede prevenir la corrupción en el liderazgo?
La formación en Inteligencia Emocional en los políticos es fundamental porque actúa directamente sobre los mecanismos neurobiológicos que inducen el abuso de poder:
- Mitigación del egoísmo biológico: La IE facilita la regulación emocional necesaria para mitigar la "adicción al poder" (efecto dopaminérgico), evitando que el líder priorice su ganancia personal sobre el bien público.
- Fomento de la empatía: La IE eleva la capacidad de los líderes de conectarse con las necesidades y el sufrimiento de los ciudadanos, transformando decisiones potencialmente egoístas en decisiones pro-sociales.
- Transición al liderazgo ético: Al fortalecer la autoestima y la regulación emocional, se fomenta el Liderazgo de Prestigio (basado en la cooperación), alejando al político de los impulsos de dominancia social que se asocian con mayor corrupción.
Desde la Neuroeducación, impulsar la Inteligencia Emocional en los políticos mediante el aumento de la empatía y la cooperación es esencial. Invertir en esta formación es una forma efectiva de prevenir altos niveles de corrupción y asegurar un futuro más ético para nuestras sociedades. Programas como el Máster Universitario en Neuropsicología Clínica ofrecen las herramientas de la Neuroeducación necesarias para comprender los mecanismos cerebrales del poder, el estrés y la toma de decisiones, permitiendo a los profesionales diseñar estrategias de intervención que fomenten la empatía, la autorregulación y el liderazgo ético, transformando así el futuro de la gestión pública y la prevención de la corrupción.
Referencias bibliográficas
- Bendahan, S., Zehnder, C., Pralong, F. P., & Antonakis, J. (2015). Leader corruption depends on power and testosterone. The Leadership Quarterly,26(2), 101-122.
- Johnson, R. T., Burk, J. A., & Kirkpatrick, L. A. (2007). Dominance and prestige as differential predictors of aggression and testosterone levels in men.Evolution and Human Behavior, 28(5), 345-351.
- Mazur, A., & Booth, A. (1998). Testosterone and dominance in men. Behavioral and brain sciences, 21(03), 353-363.
- Mehta, P. H., & Josephs, R. A. (2010). Testosterone and cortisol jointly regulate dominance: Evidence for a dual-hormone hypothesis. Hormones and behavior,58(5), 898-906.
- Muñoz-Navarro, R. (2015). Si es cierto que el poder corrompe,¿ qué efectos tiene en nuestro cerebro?: sugerencias desde la investigación en neurociencia. In El mejoramiento humano: avances, investigaciones y reflexiones éticas y políticas(pp. 251-264).
- Robertson, I. (2012). The winner effect: How power affects your brain. A&C Black.
Roger Muñoz-Navarro
Profesor del Grado en Psicología de VIU
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