¿Qué dice la psicología sobre la intuición? ¿Podemos fiarnos de ella?
¿Alguna vez has sentido dentro de ti una corazonada? Esa sensación de tener una ocurrencia o pensamiento y confiar con seguridad en ello sin tener claro por qué. Esto es lo que llamamos intuición, una capacidad que nos permite conocer aspectos de la realidad de forma inmediata sin un razonamiento consciente de por medio. Cabe señalar que intuición no es sinónimo de instinto. Mientras que el instinto es un comportamiento innato ligado estrechamente con la biología y la supervivencia, la intuición es un proceso cognitivo. |
En la antigüedad, la intuición era considerada como una especie de sabiduría interior asociada a fenómenos divinos y espirituales. La ausencia de un sustrato científico sólido llevaba a concebirla desde un plano de tipo más filosófico o religioso. Actualmente, la intuición es estudiada de forma mucho más rigurosa desde campos como la psicología y la neurología. |
Una de las propuestas más interesantes para entender la intuición como proceso cognitivo es la Teoría de los dos sistemas de pensamiento de Daniel Kahneman. Según este psicólogo israelí-estadounidense, los seres humanos poseemos dos vías de pensamiento. Por un lado, contamos con una vía lenta, que nos permite pensar despacio aplicando lógica y consciencia. Por otro lado, una vía rápida, que nos permite pensar de forma automática, intuitiva y emocional. Esta segunda vía es la que se relaciona con la intuición. |
Cada una de estas vías de pensamiento tiene una función y un sentido. La vía lenta es muy útil para ganar precisión, algo necesario cuando debemos tomar decisiones complejas que requieren profundidad. Sin embargo, esta vía requiere una gran cantidad de recursos cognitivos y no es la opción más eficiente. Por eso, la vía rápida mediante nuestra intuición es la clave en situaciones donde es necesario responder de manera automática e inmediata, como cuando aparece un peligro o debemos tomar decisiones cotidianas. |
Esta vía rápida se alimenta de nuestras experiencias, asociaciones y aprendizajes previos. Mediante este tipo de pensamiento, el cerebro es capaz de reaccionar ante estímulos familiares. Así, desplegamos soluciones que en el pasado nos sirvieron, respondiendo en base a lo que nos funcionó en escenarios similares. Esto es lo que explica que cuando nos guiamos por la intuición sentimos por dentro la corazonada de estar haciendo lo correcto. |
Es por ello que, a la pregunta de si nuestra intuición es fiable la respuesta es: depende. La clave reside en la situación en la que nos encontremos. Nuestra intuición es un mecanismo cognitivo muy válido en situaciones donde tenemos una experiencia sólida, de forma que contamos con información que dé solidez a esa corazonada. También tiene sentido dejarse llevar por la intuición en situaciones repetitivas y familiares. Por ejemplo, un terapeuta que lleva años viendo pacientes puede desarrollar una intuición muy acertada a la hora de formular hipótesis que expliquen el malestar de las personas que atiende. Y, por supuesto, nuestra intuición es de fiar en aquellos escenarios en los que no nos queda otra, cuando hay peligros o situaciones urgentes que requieren respuestas rápidas. |
Por el contrario, guiarse ciegamente por la intuición no es aconsejable cuando debemos asumir una decisión compleja, especialmente en escenarios en los que no disponemos de una experiencia sólida. Tampoco es buena idea fiarse de esta vía rápida de pensamiento en momentos de alta carga emocional. Cuando estamos muy activados, podemos razonar desde la emoción, un tipo de sesgo que puede llevarnos a grandes errores en nuestras decisiones. Las decisiones relevantes deben tomarse, siempre que sea posible, desde un estado de calma. Tampoco podemos olvidar el papel de los sesgos cognitivos, errores de pensamiento que a veces pueden ayudarnos a pensar de manera más ágil pero que pueden cegar nuestra capacidad de razonamiento. Algunos sesgos típicos son: |
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En conclusión, nuestra intuición es una vía de pensamiento útil con bastante margen de acierto siempre y cuando sepamos cómo y cuándo recurrir a ella. TOMADO DE Psicología y Mente |
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