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por Merce Roura

Yo crec铆 en un mundo de palabras.

Las palabras lo curaban todo, lo enmendaban todo. Todo en la vida eran palabras. Algunas dol铆an tanto que me invent茅 mundos enteros para poder soportarlas. Otras parec铆an inalcanzables y propias de otras personas m谩s dignas que yo y preparadas para recibir esas palabras.

Dedicaba mis d铆as a buscar las palabras que cre铆a necesitar para salvarme, para remendarme por dentro y poder soportar el dolor de mi absoluta imperfecci贸n e insuficiencia.

So帽aba palabras. Deseaba con todas mis fuerzas escuchar algunas palabras. Suplicaba palabras. Cre铆a que algunas de ellas, cuando las pudiera escuchar de parte de algunas personas concretas, se llevar铆an mis lamentos y aliviar铆an mi carga. Me defin铆a con palabras, algunas horrendas y otras llenas de una esperanza absurda e inventada.

Siempre anhelaba palabras.

Cada experiencia pod铆a etiquetarse con una palabra y ponerse en un frasco para de vez en cuando abrirlo y revivirla y recordar. Nos gusta recordar el dolor porque a veces pensamos que es nuestro patrimonio, que es nuestro m茅rito haberlo sentido y sufrido. Pensamos que sufrir nos hace dignos y creemos que no aspiramos a m谩s que ese dolor impregnado de culpa que sentimos y no queremos soltarlo porque nos asusta quedarnos vac铆os y no tener nada que mostrar al mundo que sea digno de unas migajas de amor…

La verdad es que las palabras nos calman y nos ayudan a construir nuestra realidad. Si cambiamos de palabras a veces cambiamos de experiencias. Si quitamos las etiquetas y ponemos otras podemos releer nuestra vida. Sin embargo, las palabras a veces se nos quedan cortas, muy cortas. Es necesario sentirlas y darles vida, habitar en ellas y dejar que te habiten. Si solo consumimos palabras sin amarlas, esas palabras no pueden ayudarnos a cambiar de vida.

Llenamos nuestra vida de ellas. De las que est谩n en los libros de los que nos cuentan c贸mo vivieron su vida y esperamos que nos digan c贸mo vivir la nuestra.

De las palabras que nos prometemos y que a veces son incluso m谩s vac铆as que las que no traen promesas.

De las que edifican nuestros pensamientos y nos cuentan historias tristes y de miedo.

De las palabras con que nos definimos a nosotros mismos y con que nos definieron cuando 茅ramos ni帽os y que est谩n tan grabadas a fuego dentro de nosotros que para arrancarlas tenemos que mirar muy dentro y sacar todo el miedo y el dolor y la basura acumulada.

De las palabras de amor que so帽amos que nos digan.

De las palabras de amor que deseamos decir y no nos atrevemos.

De las palabras llenas de rabia que una vez dichas nos salpican m谩s a nosotros que a sus destinatarios.

El camino que pisamos est谩n tejido de palabras invisibles que nos susurran, que nos cantan, que nos reclaman.

Y las palabras hermosas nos acunan.

Las palabras terribles nos atacan.

Las palabras que est谩n esperando ser dichas y que se agolpan en la garganta nos duelen y ara帽an.

Las palabras que escribimos para soltarlas y permitir que salgan y dejen de rabiar en nuestra mente cansada.

Aunque no son ellas, es la forma en que decidimos que nos dejamos tocar por las palabras. Porque todas, absolutamente todas recordan pedazos de realidad y nos presentan la vida como la diminuta parte de una espejo gigante donde podemos ver nuestra cara.

Es necesario cuidar las palabras y mimar lo que decimos, las que destinamos a otros y a nosotros mismos… Es necesario curarnos con palabras de amor y calma, pero tambi茅n es necesario soltarlas. Dejarlas ir cuando ya no nos sirven. Superarlas, bailar con ellas y luego soplar para que se vayan. Para no dejarse enjaular por las palabras. Para que no acaben estando tan manidas y usadas que sean placebo y dejen de tener efecto en nuestra mirada.

Amemos las palabras. Usemos las palabras adecuadas. Seamos salvajemente delicados con las palabras…. Y luego dejemos que se vayan, que se desvanezcan y dejen lugar a otras palabras nuevas para nuestras nuevas vidas y nuestras nuevas miradas.

No le demos a nada que usemos tanta importancia que acabemos siendo usados sin darnos cuenta.

No nos dejemos secuestrar por las palabras, ni siquiera las m谩s hermosas y cuidadas.

No compremos palabras vac铆as a cambio de vida y sosiego… No nos vendamos a cambio de palabras sin alma. No nos vaciemos esperando llenarnos con palabras, sobre todo ajenas.

orque lo que somos y lo que vivimos es demasiado inmenso para definirse con palabras.

Porque cuando nos apegamos a algo se vuelve rancio, cansino, usado, y nos obliga a hacernos peque帽os para caber en su diminuta esencia que est谩 ya muy dehilachada.

Yo crec铆 en un mundo de palabras y nunca llegaron esas palabras deseadas a salvarme y cuando lo hicieron no sent铆 que sirvieran de nada…

Porque sin emoci贸n nunca cambian nada las palabras y ahora todas las que us茅 se me quedan cortas. Porque siento m谩s de lo que mis historias pueden contar… Porque lo que realmente importa no puede delimitarse con palabras.

Qu茅date a solas con tus palabras y si茅ntelas. Nota qu茅 te dicen. Nota el silencio que dejan cuando se acaban. Nota s贸mo te hablan de ti y de tus pensamientos. Descubre si te amas a partir de las palabras que te dices. Siente el miedo de tus propias palabras. Camina por el sendero que dibujan tus palabras… Cu谩nto te limitan, c贸mo tejen pensamientos y creencias que te recortan y paralizan. Y cuando sepas si realmente te curan o te ara帽an, decide si te las quedas o las cambias, pero recuerda que si no las sientes muy dentro y percibes qu茅 dicen de ti, no servir谩 de nada…

Fuente: https://mercerou.wordpress.com/2021/06/14/a-solas-con-tus-palabras/


TOMADO DE 饾棓 饾榾饾椉饾椆饾棶饾榾 饾棸饾椉饾椈 饾榿饾槀饾榾 饾椊饾棶饾椆饾棶饾棷饾椏饾棶饾榾

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