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Por Antonio Pascual
Lecci贸n magistral que el maestro Alonso Pulido recoge en su excepcional libro, que recomiendo a todos los ejecutivos, maestros y padres de este mundo, Amor y humor en la educaci贸n. Vamos, primero, con el cuento y luego lo comentamos, si les parece: La Se帽ora y las Galletitas… A una estaci贸n de trenes llega una tarde una se帽ora muy elegante. En la ventanilla le informan de que el tren est谩 retrasado y que tardar谩 casi una hora en llegar a la estaci贸n. Un poco fastidiada, la se帽ora llega al puesto de diarios y compra una revista, luego pasa al kiosco y compra un paquete de galletitas y una lata de gaseosa. Preparada paras la forzosa espera, se sienta en uno de los largos bancos del and茅n. Mientras ojea la revista, un joven se sienta a su lado y comienza a leer un diario.
Imprevistamente la se帽ora ve, por el rabillo del ojo, c贸mo el muchacho, sin decir una palabra, estira la mano, agarra el paquete de galletitas, lo abre y despu茅s de sacar una, comienza a com茅rsela despreocupadamente.
Lecci贸n magistral que el maestro Alonso Pulido recoge en su excepcional libro, que recomiendo a todos los ejecutivos, maestros y padres de este mundo, Amor y humor en la educaci贸n. Vamos, primero, con el cuento y luego lo comentamos, si les parece:
La Se帽ora y las Galletitas…
A una estaci贸n de trenes llega una tarde una se帽ora muy elegante. En la ventanilla le informan de que el tren est谩 retrasado y que tardar谩 casi una hora en llegar a la estaci贸n.
Un poco fastidiada, la se帽ora llega al puesto de diarios y compra una revista, luego pasa al kiosco y compra un paquete de galletitas y una lata de gaseosa.
Preparada paras la forzosa espera, se sienta en uno de los largos bancos del and茅n. Mientras ojea la revista, un joven se sienta a su lado y comienza a leer un diario. Imprevistamente la se帽ora ve, por el rabillo del ojo, c贸mo el muchacho, sin decir una palabra, estira la mano, agarra el paquete de galletitas, lo abre y despu茅s de sacar una, comienza a com茅rsela despreocupadamente.
La mujer est谩 indignada. No est谩 dispuesta a ser grosera, pero tampoco a hacerse cuenta de que nada ha pasado; as铆 que, con gesto ampuloso, toma el paquete y saca una galletita que exhibe frente al joven y se la come mir谩ndolo fijamente. Por toda respuesta, el joven sonr铆e… y toma otra galletita.
La se帽ora gime un poco, toma una nueva galletita y con ostensibles se帽ales de fastidio, se la come sosteniendo otra vez, la mirada en el muchacho. El di谩logo de miradas y sonrisas contin煤a entre galleta y galleta. La se帽ora cada vez m谩s irritada, el muchacho cada vez m谩s divertido. Finalmente, la se帽ora se da cuenta de que en el paquete queda s贸lo la 煤ltima galletita. «No podr谩 ser tan cara dura», piensa, y se queda como congelada mirando alternativamente al joven y a la galletita.
Con calma, el muchacho alarga la mano, toma la 煤ltima galletita y con mucha suavidad, la corta exactamente por la mitad. Con su sonrisa m谩s amorosa le ofrece media a la se帽ora.
-¡Gracias!- dice la mujer tomando con rudeza la media galletita. -De nada- contesta el joven sonriendo angelical mientras come su mitad. El tren llega.
Furiosa, la se帽ora se levanta con sus cosas y sube al tren. Al arrancar, desde el vag贸n ve al muchacho todav铆a sentado en el banco del and茅n y piensa: «Insolente».
Siente la boca reseca de ira. Abre la cartera para sacar la lata de gaseosa y se sorprende al encontrar, cerrado, su paquete de galletitas…
¡Intacto!
Muchas son las conclusiones que podemos extraer de este cuento, como de cualquier otro, y que son de aplicaci贸n directa a nuestro d铆a a d铆a, profesional tambi茅n. Yo les pedir铆a a todos los l铆deres del mundo, tanto a los que tienen a su disposici贸n botones que pueden activar ojivas nucleares, como a los que dirigen una pyme de apenas cinco colaboradores, que tuvieran la sensibilidad de volver a mirar, a analizar, a estudiar cualquier cambio, cualquier decisi贸n, cualquier ejecuci贸n antes de llevarla a cabo cuando esta pueda afectar a la vida, a la econom铆a o al futuro de cualquiera de las personas que tienen bajo su direcci贸n.
Las cosas nunca son blancas o negras, por lo general la gama de grises es muy extensa (casi 150 tonalidades derivadas) y debemos tomar las decisiones que siempre causen menos dolor a las personas y menos altercado para la vida normal de las organizaciones. Ese y no el valor econ贸mico, deber铆an de ser siempre el sujeto a contemplar. Hay ocasiones en las que presentar un expediente de crisis puede ser la mejor soluci贸n para los colaboradores de una compa帽铆a o para salvaguardar -conforme estipula la Ley- las responsabilidades penales de sus dirigentes; pero en otras deber铆a ser la 煤ltima decisi贸n a adoptar y, muy a menudo, se cierran empresas para salvaguardar otros intereses m谩s espurios, tanto como leg铆timos seguramente, pero sin pensar en los da帽os que se acaban convirtiendo en el f谩cil adjetivo de da帽os colaterales, es decir personas a la cola del paro, familias hundidas, pobreza, agravaci贸n de las crisis econ贸micas y un largo etc茅tera.
Debemos tomar las decisiones que siempre causen menos dolor a las personas y menos altercado para la vida normal de las organizaciones
Aunque no haga falta llegar a estos extremos ¿Cu谩ntas veces tomamos decisiones bajo presi贸n, con ganas de sacarnos el problema de encima, sin haberlas analizado desde todas las perspectivas? En una reuni贸n con un grupo de altos directivos de una compa帽铆a de ingenier铆a petrolera, en Bogot谩, a la que acud铆a en condici贸n de comensal invitado, no como consultor ni nada parecido, en un momento de mucha crisis y viendo que de un momento a otro pod铆an acabar cerrando sus puertas, no escuch茅 en ning煤n momento un argumento en favor de los trabajadores. Todo eran datos econ贸micos, de mercado, pero nadie hablaba de lo m谩s importante: las personas. Si hac铆an referencia a ellos, era por las reclamaciones y problemas que les daban a causa de las condiciones de trabajo.
Hubiera resultado interesante que trataran de definir algunas acciones para intentar revertir la situaci贸n contando con la colaboraci贸n de aquellos, pero no estaban por la labor. La reuni贸n acab贸 entre risas, explicando an茅cdotas divertidas y alg煤n que otro chiste. El gerente, a cuyo lado me hab铆an sentado, se dirigi贸 a mi, al final, y me dijo: «Se extra帽ar谩 usted, viniendo de Espa帽a, que en una situaci贸n como esta acabemos haciendo bromas; es el car谩cter de los colombianos». Asent铆 con educaci贸n mientras pensaba que ese no era el car谩cter de los colombianos, tambi茅n lo he visto hacer en Espa帽a, es el car谩cter de los fracasados, de los mediocres y de los cobardes. En nuestro pa铆s decimos, «al toro hay que cogerlo por los cuernos» pero tambi茅n sabemos que para poder tener un m铆nimo de 茅xito, hay que tener experiencia, conocimiento y capacidad de an谩lisis para rechazar las embestidas y buscar la mejor salida posible. No es la tauromaquia mi afici贸n favorita, salvo que al toro no lo devuelvan al corral vivo, pero no he visto nunca desde un tendido a un torero que pusiera en peligro a ninguno de su cuadrilla delante del toro, es m谩s, sale en muchas ocasiones a interponerse para protegerlos. S铆, tambi茅n la tan mal tratada tauromaquia nos da lecciones, s贸lo hay que saber verlas y leerlas.
No lo he dicho antes, pero la consultora colombiana que coment茅, cerr贸 sus puertas un tiempo despu茅s.
Estamos a tiempo de hacerlo un poco mejor, s贸lo nos falta volver a mirar all铆 donde ya miramos.
Fuente: https://antoniopascual.com/2021/03/28/aprende-a-mirar-donde-ya-miraste/
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