Lo que distingue a los padres de los niños más felices que el resto son cuatro hábitos. Con ellos enseñan inteligencia emocional a sus hijos

 Trabajar la inteligencia emocional de un niño es una forma de asegurarnos que, en el presente y futuro, tenga bienestar

Anabel Palomares

Editor

Cuando hablamos de felicidad o bienestar emocional, no lo hacemos de algo mágico, sino de algo que está muy ligado a cómo funciona el cerebro. Sabemos que el cerebro tiene “zonas de felicidad”, áreas que se activan y que curiosamente, están asociadas con la resiliencia y la regulación de emociones. Es decir, simplificando mucho, podríamos decir que la inteligencia emocional está estrechamente relacionada con la felicidad. Por eso fomentar la inteligencia emocional de un niño, es trabajar en su felicidad futura.

Reem Rouda, experta certificada en educación consciente, ha estudiado a más de 200 niños y sabe que hay ciertas cosas que pueden hacer los padres para que sus hijos crezcan más felices que el resto. Lo cierto es que no son tan complicadas de aplicar, aunque alguna puede que te resulte contraintuitiva, como la primera de ellas: no huir del aburrimiento.

Dejan que sus hijos se aburran

El aburrimiento ha adquirido una connotación absolutamente negativa. Huimos de él y cuando nuestros hijos nos dicen que se aburren, hacemos todo lo posible por librarles de esa emoción. Pero es más poderosa de lo que imaginas. Según la neurociencia, el aburrimiento aumenta nuestra creatividad, pero también mejora la autorregulación y habilidades para resolver problemas, como explicaba Rouda en la CNBC, y todo ello se relaciona con un mayor bienestar.

Muestran los comportamientos que desean ver

Los niños aprenden por imitación y copian muchos de los comportamientos de sus padres. Si estos son emocionalmente inteligentes, lo más probable es que los suyos también lo sean en el futuro. De nada sirve que le digamos a nuestros hijos que hay que disculparse cuando se ha herido a otra persona si jamás han escuchado un “lo siento” de nuestra boca, incluso hacia ellos. 

Según Rouda, cuando nos disculpamos, tanto con ellos como con otros, les enseñamos que los errores forman parte de la vida y que “asumir la responsabilidad es una fortaleza”. Ese sencillo gesto genera confianza y demuestra respeto. Hace que el niño se sienta valorado cuando las disculpas son hacia él y sin darnos cuenta, le enseñamos empatía y la importancia de la reparación en las relaciones.

En este mismo punto la experta advierte que no sirve obligar al niño a decir un ‘por favor’, ‘gracias’ o un ‘lo siento’, porque tal y como asegura, “la amabilidad y el respeto no se pueden forzar”. Pero lo que sí podemos hacer es dar ejemplo. “Si su hijo olvida dar las gracias, dilo por él y seguro de que la lección se le quedará grabada en la memoria”, afirma.

Validan los sentimientos de sus hijos

Para conseguirlo, lo primero es, de nuevo, predicar con el ejemplo y expresar verbalmente sus sentimientos. Por ejemplo, en casa decir cuando estamos felices, cuando estamos cansados, cuando algo nos agobia. Como adultos debemos ser capaces de nombrar las emociones delante de los niños porque así les enseñamos “a ser conscientes de sus emociones y les damos palabras para expresarse”, evitando que vean ciertas emociones mal llamadas negativas como algo a reprimir. 

Además de nombrar las emociones, es importante que validemos las de nuestros hijos, sin importar lo pequeñas que parezcan. Sus preocupaciones pueden parecernos minucias a ojos de adulto, pero para ellos son importantes. “Al validar sus sentimientos les enseñamos que las emociones importan”, afirma Rouda, que añade que cuando lo hacemos, estamos “fomentando su autoestima, la seguridad emocional y el respeto por sus experiencias”. Si eso no es sembrar la felicidad, no sé qué lo será.

Evitan resolver todos los problemas

Puede que te cueste horrores este último punto, pero si queremos fomentar la resiliencia de nuestros hijos no podemos resolver todos los problemas que se les presenten. Los niños resilientes muestran la confianza para recuperarse del fracaso y también desarrollan automotivación para seguir tomando los riesgos necesarios. En cambio, si resuelves sus problemas y “te esfuerzas demasiado por tus hijos, estás aumentando tu autoestima al robarles la suya”, explicaba el Dr. Daniel Amen en su libro ‘Cómo criar hijos con fortaleza mental’.

Para Rouda, la mejor forma de aprender a tomar decisiones es “animar a los niños a tomarlas por sí mismos”. Para hacerlo simplemente podemos preguntarles qué creen que deberían hacer para que su pensamiento crítico, confianza e independencia se vean fortalecidas.

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Fotos | Seljan Salimova en Unsplash, Jeferson Santu en Unsplash


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