Dinero negro en la OMS: crecen las dudas sobre la transparencia de sus donaciones corporativas


De acuerdo con un informe de la Universidad de Edimburgo, hasta finales de 2023 la fundación acumuló 83 millones de dólares en donaciones corporativas, de los cuales cerca del 60% provino de fuentes cuya identidad permanece oculta. Este fenómeno, cada vez más frecuente, aviva la discusión sobre si el dinero negro en la OMS compromete su independencia, su reputación y, sobre todo, su misión de velar por la salud pública mundial.

Dinero negro en la OMS: el peso de las donaciones anónimas

Uno de los hallazgos más inquietantes del informe es que el 80% de la financiación de la fundación en 2023 provino de donantes anónimos que contribuyeron con sumas superiores a los 100.000 dólares. Esto representa un incremento significativo respecto al 15% registrado en 2020, el año de su lanzamiento. La tendencia muestra que la dependencia del dinero negro en la OMS va en aumento.

Los críticos consideran que esta práctica socava la confianza en la organización, tal como advirtió Nick Freudenberg, profesor de la City University de Nueva York y miembro de un comité asesor de la OMS:

“La capacidad de la OMS para hacer su trabajo depende de la confianza de la gente y de la comunidad de salud pública, y si no revelan de dónde proviene su dinero, entonces están arriesgando su mayor activo”.

La falta de claridad también plantea dudas sobre el destino real de los recursos. Aunque la institución clasifica las donaciones en categorías como “Covid” o “costos operativos”, estas últimas se consideran demasiado amplias y opacas. Como señalan los autores del informe, existe el riesgo de que los fondos respondan más a las prioridades de los donantes que a las necesidades estratégicas de la OMS.

La organización, por su parte, asegura que las donaciones anónimas solo representan alrededor del 1% de su presupuesto total. Sin embargo, activistas y observadores afirman que ese porcentaje ha crecido rápidamente y que aún no existe forma de verificar si los intereses corporativos influyen en decisiones clave.

Empresas, influencia y reputación en juego

Entre las corporaciones que sí han hecho públicas sus donaciones a la OMS se encuentran Sanofi, Boehringer Ingelheim, Novo Nordisk, TikTok, Maybelline y Meta. Estas aportaciones han servido para financiar programas de salud mental, lucha contra la diabetes o prevención de la enfermedad del sueño. A primera vista, parecen esfuerzos positivos, pero la pregunta central persiste: ¿quién marca la agenda? Gary Ruskin, director de US Right To Know, organización que promueve la transparencia, planteó la inquietud:

“Las preguntas importantes son: ¿qué influencia tienen los donantes de dinero oscuro en la OMS? ¿Y qué intenta ocultar la fundación?”.

Sus palabras reflejan el temor de que las donaciones sean usadas como herramienta de lobby para suavizar regulaciones o mejorar la imagen de industrias controvertidas.

Un ejemplo es Meta, que financia al departamento de salud digital de la OMS pese a la creciente preocupación por los impactos de las redes sociales en la salud mental infantil. De hecho, la misma compañía ha apoyado a políticos que buscan recortar los fondos públicos a la organización, lo que podría agudizar la dependencia de estas donaciones privadas.

La paradoja es evidente: mientras la OMS busca estabilidad financiera, su reputación se ve amenazada por aceptar recursos de actores que podrían estar vinculados a problemas de salud pública global. Para activistas, esto erosiona la credibilidad de la institución.

Los riesgos del dinero negro y la salud pública

El dinero negro en la OMS no solo plantea dudas sobre la independencia de la organización, sino que también expone un riesgo reputacional de gran alcance. Open Democracy, por ejemplo, otorgó a la OMS en 2022 una calificación de transparencia de “D”, cuando antes de la creación de la fundación había obtenido una “B”. Este descenso la sitúa en el mismo nivel que los think tanks financiados por dinero oscuro en el ámbito político.

Los expertos advierten que la influencia corporativa puede ser sutil, pero poderosa. Existen antecedentes en otras agencias de la ONU donde directivos de grandes compañías, como Shell, llegaron a presidir órganos de decisión sobre programas ambientales. En este contexto, no resulta difícil imaginar que las donaciones a la OMS puedan servir para moldear lineamientos regulatorios o posicionamientos estratégicos.

Aun cuando la OMS asegura que cuenta con protocolos de debida diligencia, la percepción pública es distinta. El hecho de que gran parte de los fondos permanezca en el anonimato alimenta la sospecha de que la institución podría estar priorizando su supervivencia económica sobre su independencia. 

Freudenberg resume el dilema con contundencia: “Eso de ninguna manera excusa algunos de estos problemas”. La legitimidad de la organización, construida a lo largo de décadas, podría erosionarse rápidamente si no mejora su sistema de transparencia.

Transparencia y responsabilidad: el gran desafío

La defensa de la OMS frente a estas críticas ha sido liderada por Anil Soni, director ejecutivo de su fundación, quien ha insistido en que no se aceptarían donaciones si existiera un conflicto de interés. Según Soni, muchas empresas optan por el anonimato “para protegerse de ataques o solicitudes constantes por ser consideradas una fuente de riqueza”.

No obstante, para organizaciones de la sociedad civil, este argumento no resuelve la cuestión central: la falta de información impide evaluar si los donantes buscan influir en las decisiones de salud pública global. De hecho, informes académicos señalan que industrias como la de alimentos ultraprocesados, el alcohol o los combustibles fósiles utilizan frecuentemente las donaciones como estrategia de marketing o como mecanismo de presión contra regulaciones.

El dinero negro en la OMS podría estar siendo utilizado de forma similar. Las críticas no apuntan únicamente a las cifras, sino a los posibles efectos de largo plazo sobre la independencia de la institución. Como recordó Gary Ruskin: 

“La salud pública depende fundamentalmente de la confianza pública, y si la OMS quiere ser confiable, debe decirnos de dónde proviene el dinero”.

La creciente dependencia de las corporaciones abre un debate más amplio sobre la sostenibilidad financiera de las agencias de la ONU. Encontrar un equilibrio entre la necesidad de recursos y la obligación de mantener estándares éticos es un desafío urgente para la OMS.

Recuperar la confianza perdida

La polémica en torno al dinero negro en la OMS ilustra el dilema que enfrentan las organizaciones internacionales: asegurar financiamiento sin comprometer la confianza pública. En un escenario de crisis sanitarias recurrentes y crecientes necesidades globales, la transparencia no puede ser una opción secundaria. Al contrario, debe convertirse en un principio rector que oriente tanto la captación de fondos como su destino, garantizando que cada acción responda al interés común y no a los intereses de quienes donan.

Este caso reafirma la importancia de que las organizaciones rindan cuentas de manera clara y sistemática. Las instituciones de salud global, en particular, deben implementar protocolos sólidos que permitan identificar la procedencia de los recursos, delimitar la influencia de los donantes y establecer salvaguardas contra posibles conflictos de interés. La rendición de cuentas no solo fortalece la legitimidad institucional, sino que también protege a la OMS de convertirse en rehén de agendas corporativas que podrían desviar su misión.

En última instancia, la confianza es el activo más valioso que poseen organismos internacionales como la OMS. Perderla significa poner en riesgo su capacidad de liderar la salud pública mundial y coordinar respuestas frente a emergencias globales. Cuidar este capital intangible requiere coherencia entre discurso y práctica, apertura hacia la sociedad civil y un compromiso indeclinable con la transparencia. Solo así podrá asegurarse que la OMS siga siendo una institución capaz de orientar políticas de salud bajo criterios científicos, éticos y libres de presiones externas.

TOMADO DE Dinero negro en la OMS: crecen las dudas sobre la transparencia de sus donaciones corporativas

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