No silencies a tu crítico interior. Háblale.
por Ron Carucci
Durante años, la sabiduría convencional del liderazgo nos ha aconsejado silenciar a nuestro crítico interno , esa voz interior que nos dice que no somos suficientes, que no estamos listos,
que no valemos la pena. Pero si alguna vez lo has intentado, probablemente sepas que rara vez funciona. Peor aún, cuando no logramos silenciar esa voz, a menudo nos sentimos
avergonzados por ser tan autocríticos desde el principio. Es una espiral de vergüenza.
¿Pero qué pasa si hemos entendido completamente mal el papel del crítico interno?
En mi trabajo con líderes de diversos sectores, he observado repetidamente que las personas
más motivadas y de alto rendimiento suelen albergar el diálogo interno más duro. Los datos lo confirman en el caso de los líderes, para quienes las implicaciones de una autocrítica excesiva pueden ser trascendentales. Una encuesta realizada en 2023 a altos ejecutivos exitosos reveló que el 97 % había cuestionado algún aspecto de sus habilidades de liderazgo. Más de la mitad de los líderes experimentaban estas dudas con regularidad, y el 56 % afirma cuestionar su propio liderazgo al menos una vez al mes.
Tu crítico interno no surgió de la nada. Fue moldeado por experiencias tempranas, condicionamientos sociales y cultura profesional. Y lo más importante, esa voz intenta protegerte, no sabotearte.
En lugar de silenciar a tu crítico interno, ¿qué tal si te entrenaras y aprendieras a relacionarte con él de otra manera? ¿Y si pudieras reconocer sus orígenes protectores, conectar con él con
curiosidad y guiarlo hacia maneras más útiles de apoyarte?
Cuando la duda habla más fuerte
Jonathan, un alto ejecutivo de una empresa tecnológica de rápido crecimiento, acudió a mí en medio de un ciclo de evaluación de desempeño. A pesar de liderar un lanzamiento de
producto exitoso y recibir grandes elogios, estaba exhausto, ansioso y lidiando con el síndrome del impostor. Cuando le pedí que me contara el proceso del lanzamiento, enumeró una letanía de errores casi fatales. «Tuvimos suerte de tener la experiencia de usuario y las plataformas de incorporación listas a tiempo». (De hecho, fue dos semanas antes). «Casi arruino la presentación a la junta directiva y me tambaleé en la presentación al equipo de ventas sobre cómo posicionar esto a los nuevos clientes». (Tampoco es cierto: ambas cosas salieron bien).
Cuando le pedí que describiera cómo se hablaba a sí mismo después de cada uno de esos momentos, dijo: «Es brutal. Si cometo el más mínimo error, me digo que les he fallado a todos.
Que no merezco este puesto. Que soy un fraude». Le pregunté si podía reconocer la discrepancia entre su relato de los momentos clave y lo que realmente había sucedido. Lo máximo que pudo decir fue: «Supongo que sí».
A medida que indagábamos más, Jonathan rastreó esta voz hasta sus años de formación.
Criado en un hogar con un padre soltero que esperaba la excelencia y ridiculizaba los errores, Jonathan interiorizó la creencia de que ser exigente consigo mismo era la única manera de
mantenerse seguro, amado y exitoso. Tras la muerte de su madre, su padre les dijo a él y a su hermano: «Miren, ahora tenemos que ser hombres. No podemos pasarnos la vida llorando. La forma de honrar a tu madre es aprovechando al máximo nuestras vidas sin ella». Eso
significaba: «Si te descuidas, deshonras a tu madre». El crítico interior de Jonathan no se forjó por malicia, sino por necesidad. Intentaba protegerlo de la vergüenza de no honrar a su
difunta madre.
El crítico interno como protector
Esta idea está respaldada por investigaciones emergentes en neurociencia. Expertos como Martha Sweezy describen al crítico interno como una «parte protectora», desarrollada para protegernos de mayores daños. A menudo adopta la voz de un cuidador, un entrenador o
una cultura que exigía perfección. La voz es dura, no porque nos odie, sino porque aprendió que la dureza es sinónimo de seguridad.
A su manera equivocada, la crítica cree que nos protege del peligro: peligro social, riesgo reputacional, vulnerabilidad emocional. Por ejemplo, si de niño solo recibías elogios cuando
destacabas y silencio o rechazo cuando fracasabas, tu crítica interna probablemente aprendió a presionarte para evitar el dolor de la desconexión. Si se burlaban de ti por hablar en clase, ahora podría intentar «ayudarte» avergonzándote para que guardes silencio durante las reuniones. Cree que, si detecta tus defectos primero, nadie más lo hará. Si te mantiene con la duda, nunca arriesgarás demasiado y, por lo tanto, nunca sentirás el dolor del fracaso, la vergüenza o el rechazo.
No intenta ser cruel. Intenta prevenir la crueldad del mundo exterior.
Jonathan, como tantos líderes de alto rendimiento, poseía gran habilidad y ambición, pero su relación consigo mismo se había vuelto abrumadora, con su crítico interior gobernando con miedo. Una vez que se dio cuenta de que esa voz intentaba, a su manera imperfecta,
protegerlo, empezamos a encontrar maneras para que la abordara con curiosidad y cuidado, en lugar de con desprecio.
Si usted es un líder que lucha con su propio crítico interno, aquí le mostramos cómo puede comenzar a entrenarlo, no a silenciarlo, para que se convierta en un aliado en lugar de un adversario.
- Rastrear la historia del origen.
El primer paso es reconocer que tu crítico interno tiene una historia. No surgió por casualidad, sino que fue moldeado por relaciones formativas y mensajes culturales. ¿Fue un padre, un
profesor o un jefe que exigía perfección? ¿Recuerdas algún momento en el que te avergonzaste por decir lo que pensabas? ¿Te elogiaron solo cuando lograste algo?
Comprender esta historia te ayuda a darte cuenta de que la voz del crítico no es la voz de la verdad; es la voz de la memoria. Al rastrear su origen, empiezas a reclamar la autoría de la
narrativa que se desarrolla en tu mente.
Para practicar esto, intenta escribir una breve biografía de tu crítico interior. Pregúntate:
¿Cuándo noté esta voz por primera vez? ¿A quién se parece? ¿Qué estaba pasando en mi vida en ese momento?
Luego, nombra al crítico, literalmente. Dale un personaje, como «El Entrenador», «El Ejecutor» o incluso «Mi pequeño yo tratando de sobrevivir». Nombrar el personaje ayuda a crear la distancia psicológica suficiente para empezar a trabajar con él en lugar de luchar contra él. - Separar el método del mensaje.
El crítico interno suele tener preocupaciones legítimas, pero las comunica de forma dañina. En lugar de intentar reprimirlo, detente y pregúntate: ¿Qué intenta evitar esta voz? Quizás te
protege del fracaso, el rechazo o la vulnerabilidad. Tras su dureza suele haber un sincero deseo de protegerte. Cuando identifiques el miedo o la necesidad que subyace a su mensaje, podrás empezar a abordar esa preocupación de una manera más sana, sin recurrir a la vergüenza
como motivación.
La próxima vez que pilles a tu crítico en acción, haz una pausa y responde con este guion: Te entiendo. Intentas evitar que haga el ridículo, que me lastime o que cometa un error. Gracias.
Pero podemos abordar esto de otra manera.
Mejor aún, continúa con: ¿Qué temes que pase si dejas de advertirme así? Esta simple frase puede revelar el motivo protector detrás del mensaje y liberar la capacidad de replantear el miedo con claridad y compasión.
- Crea distancia e inicia un diálogo.
Una vez que comprendas su origen e intención, externaliza la crítica. Imagínala como un personaje frente a ti. Usando el nombre que le diste, asume su tono y postura. Esto crea la separación justa para iniciar un diálogo productivo.
Pregúntale: ¿Por qué me hablas así? ¿Qué intentas evitar? Podrías descubrir, como Jonathan, que tu crítico cree que su dureza es lo único que te impide cometer errores costosos. Esto abre
la puerta a la negociación, no a la eliminación.
Para comenzar este diálogo, dedica cinco minutos a escribir una conversación entre «tú» y tu crítico interno. Empieza con la frase inicial del crítico, algo como: » No estás listo para esta presentación». Luego, responde con curiosidad: «¿Qué te hace decir eso?». Deja que el crítico responda. Con el tiempo, esta práctica de escribir un diario puede convertir un monólogo
hostil en una conversación interna respetuosa, donde tú estás al mando, no el crítico. - Liderar con autocompasión, no con juicio.
La autocompasión es el antídoto contra la corrosividad de la crítica. No la autocompasión vacía que insiste: «Eres increíble pase lo que pase», sino la que reconoce las dificultades y ofrece
cariño: » Esto es difícil. Y aun así merezco amabilidad». Las investigaciones demuestran sistemáticamente que la autocompasión genera mayor motivación. Nos permite aprender de los reveses en lugar de derrumbarnos ante ellos. Como líder, extender esa misma gracia hacia la interior marca la pauta de cómo permitirás que otros crezcan bajo tu liderazgo.
Para empezar a practicar la autocompasión, prueba una técnica llamada «nómbralo y nútrelo».
Cuando notes que surge el autojuicio, identifica lo que sientes: » Me siento ansioso porque cometí un error». Luego, di algo que te inspire, como: » Claro que me siento así. Me importa mucho hacer un buen trabajo. Pero un error no me define».
Si al principio te resulta incómodo, imagina hablar con un amigo cercano o un colega que esté pasando por un momento difícil. El objetivo es conectar contigo mismo como un aliado de confianza. La neurociencia nos ha enseñado que nombrar las emociones tiene un efecto regulador casi inmediato en nuestro sistema nervioso parasimpático. - Dale un nuevo guión al crítico.
Una vez que el crítico sepa que ya no necesita gritar para ser escuchado, puedes empezar a ofrecerle un nuevo vocabulario. En lugar de decir «No estás listo», intenta decir «Asegurémonos de estar bien preparados». En lugar de decir «Siempre lo arruinas», di
«Aprendamos de esto para no repetirlo» . Estas no son solo afirmaciones positivas, sino estrategias mejoradas. Con el tiempo, y con práctica constante, tu crítico puede pasar de ser
un ejecutor basado en el miedo a un sabio consejero interno.
Crea una pequeña tabla de intercambio de guiones con dos columnas: una para el lenguaje actual del crítico y otra para lo que diría una versión más útil y compasiva.
Por ejemplo:
El crítico dice: Lo vas a arruinar.
Una voz experta dice: Sientes presión porque esto importa. Preparémonos bien y mantengámonos presentes.
El crítico dice: Todos pensarán que eres un fraude.
Una voz experta dice: Te has ganado tu lugar aquí. Centrémonos en lo que puedes aportar.
Practica repetir el nuevo guion en voz alta cuando surja la vieja voz. Con el tiempo, estas respuestas reconfiguradas pueden convertirse en tu nuevo estándar, arraigadas en la valentía
en lugar de la crítica.
El objetivo de este proceso es guiar a tu crítico interno en lugar de intentar silenciarlo. Esa voz en tu cabeza es una parte de ti que aprendió a gritar porque creía que susurrar era peligroso.
Como líder, tu reto es ayudarla a madurar, de castigador a protector, de saboteador a estratega.
No es razonable intentar desterrar las dudas sobre uno mismo. Los líderes más eficaces son aquellos que las han aceptado y han transformado su voz interior en guía interior. Cuando
entrenas a tu crítico interior con compasión y curiosidad, cambias tanto tu mentalidad como tu liderazgo. Y quizás aún más importante, cambias tu forma de liderarte.
Fuente: https://hbr-org.translate.goog/2025/05/dont-silence-your-inner-critic-talk-to-it?
TOMADO DE No silencies a tu crítico interior. Háblale. – Grandes Pymes

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