El súper poder secreto de los que aprenden siempre

Carlos Ruiz González
“El primer paso hacia el conocimiento es reconocer que no lo sabes todo.”
— Aristóteles
¿Qué tienen en común un físico ganador del Nobel, un experto en tecnología y un gran maestro de empresa?Saben explicar. Saben aprender. Y, sobre todo, comparten algo que no siempre se nota a primera vista: una profunda humildad. Porque en tiempos de cambio, el verdadero poder no está en saberlo todo… sino en querer seguir aprendiendo
Una clase inesperada
Estoy tomando lecciones sobre inteligencia artificial y redes sociales con mi amigo Luis GyG. Es un experto en tecnología, con una habilidad especial para explicar sin aburrir. Me recordó a Richard Feynman, aquel físico brillante que simplificaba lo complejo con una claridad asombrosa (incluso hay un método que lleva su nombre: La técnica de Feynman para explicar consiste en hacer comprensible lo complejo mediante un lenguaje simple, ejemplos claros y una estructura lógica. Él decía: “Si no puedes explicarlo con sencillez, es que no lo entiendes lo suficiente”).
Pero lo que más me sorprendió de Luis no fue su dominio del tema. Fue su humildad. En uno de sus textos (que envío el miércoles pasado), escribió: “A veces uno de tus alumnos te da la lección”. Lo decía en serio. Citaba por su nombre a un alumno que a él, experto en IA le hizo pensar distinto, y por ende aprender algo nuevo.
Ahí entendí algo que siempre he admirado: la verdadera inteligencia va de la mano de la humildad.
Los sabios aprenden siempre
He tenido la fortuna de conocer a grandes figuras. Gente realmente brillante. Carlos Llano, Sergio Raimond-Kedilhac, Juan Grau, Emilio Mendoza… Todos tenían algo en común: una actitud humilde al aprender. Podían haber sido pedantes. Tenían con qué. Pero no lo eran.
Eran esponjas. Preguntaban, escuchaban, tomaban notas. No daban nada por sentado. Y eso los hacía más grandes.
Aprender no es acumular títulos. Es reconocer que siempre puedes saber más. Que el mundo cambia. Que tú también tienes que cambiar.
Y para eso, necesitas una dosis fuerte de humildad.
La cita que lo resume todo
Alvin Toffler lo dijo con claridad brutal:
“Los analfabetas del siglo XXI no serán quienes no sepan leer y escribir, sino quienes no puedan aprender, desaprender y reaprender”.
¿Puedes hacerlo tú? ¿O ya crees que lo sabes todo?
Aprender es competir mejor
Aprender —y desaprender— no es un lujo. Es una necesidad.
En un entorno cambiante, quien no aprende, pierde. Quien no desaprende, se estanca. Quien no reaprende, se vuelve irrelevante.
- Si eres líder, tu equipo aprende contigo… o se detiene contigo.
 - Si eres emprendedor, el mercado te obliga a reinventarte.
 - Si eres padre, profesor o director, enseñas con el ejemplo.
 
Y el mejor ejemplo es el de alguien que sigue aprendiendo.
Enseñar para aprender
¿Quieres dominar un tema? Enséñalo.
Esa es la paradoja: enseñar bien exige aprender mejor. Lo dijo Stephen Covey: “Cuando enseñas, aprendes dos veces”.
El proceso de explicar, estructurar, responder preguntas y adaptar el mensaje a quien tienes enfrente, te obliga a entender de verdad. A profundizar. A pulir lo que creías saber.
Por eso, los mejores maestros no son los que más hablan. Son los que más escuchan, observan, preguntan… y siguen aprendiendo.
Humildad: el superpoder silencioso
La humildad no es debilidad. Es fortaleza.
Es la puerta al aprendizaje profundo. Es aceptar que puedes mejorar. Es abrirte a otras ideas, incluso si contradicen las tuyas.
- Humildad es decir: “No sé, pero quiero saber”.
 - Humildad es dejar que otros te enseñen.
 - Humildad es no sentirte menos por preguntar.
 
Lo dijo C.S. Lewis con elegancia: “La verdadera humildad no es pensar menos de ti mismo, sino pensar menos en ti mismo”.
Y cuando te olvidas de ti por un momento, puedes ver más claro. Escuchar mejor. Y crecer más (“El conocimiento no se presume, se cultiva. Y solo crece en la tierra fértil de la humildad”).
Hoy más que nunca, aprender es estratégico.
Pero para aprender de verdad, necesitas una herramienta más poderosa que cualquier app o curso en línea: la humildad.
¿Estás dispuesto a reaprender?
Porque al final, los que triunfan no son los que creen tener todas las respuestas… sino los que se atreven a seguir haciendo preguntas.
Un recuadro interesante Utilizando el método Feynman:
¿Por qué se necesita humildad para liderar?
Imagina que un líder es como un guía en la montaña. Si cree que ya conoce todos los caminos, puede llevar a su equipo directo al precipicio. Pero si se detiene, escucha, observa el terreno y pregunta a otros… entonces lidera con inteligencia.
Eso pasa con la humildad. No se trata de ceder autoridad, sino de reconocer que uno no lo sabe todo. Que otros tienen perspectivas valiosas. Que la verdad no siempre viene de arriba.
Un líder humilde no necesita tener la última palabra. Necesita hacer las mejores preguntas. Sabe que su equipo no espera perfección, sino dirección clara y apertura genuina.
¿Y qué tiene que ver esto con el aprendizaje?
Todo. Porque liderar es aprender en voz alta. Es tomar decisiones con la información disponible, pero estar listo para corregir el rumbo cuando alguien te muestra un ángulo que no habías visto.
Los mejores líderes no son los que presumen saber. Son los que se rodean de gente que les dice lo que no ven. Los que cambian de opinión cuando aparece un dato mejor. Los que reconocen públicamente que aprendieron algo nuevo… incluso de un colaborador junior.
Hazte estas tres preguntas:
¿Cuándo fue la última vez que dijiste “tienes razón, cambiemos de plan”?
¿Quién en tu equipo puede decirte algo incómodo sin miedo?
¿Has agradecido últimamente a alguien por enseñarte algo?
Si respondiste que sí… probablemente lideras con humildad.
Y cuando lideras con humildad, no solo creces tú. Crece todo tu equipo.
TOMADO DE El súper poder secreto de los que aprenden siempre – El Financiero
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