"La gran inteligencia es cuando te das cuenta de que la bondad te abre más puertas que la maldad, incluso a nivel egoísta"
¿Crees en la venganza? ¿Cómo lidias con la culpa? ¿Puedes estar en silencio? Todas estas preguntas y cuestiones las abordamos con el filósofo José Carlos Ruiz, que nos confiesa que el verdadero secreto de la felicidad y la inteligencia está en la bondad y en las buenas relaciones.
POR: Celia Pérez León. Redactora especializada en estilo de vida, bienestar y cultura
En un mundo que premia la velocidad, el ruido y el individualismo, José Carlos Ruiz nos invita a volver a lo esencial: la paciencia, el silencio, el pensamiento crítico y los vínculos verdaderos. Su primera novela, Una mujer educada, es una obra tan provocadora como necesaria que nos hace repensar el sentido de la bondad, el valor de la confianza y el lugar que debería ocupar la filosofía en nuestra vida cotidiana.
Hemos tenido la inmensa suerte de conversar con él, arropadas por el calor de un hotel sevillano, sobre microresistencias, traiciones, justicia, esperanza y sobre cómo dejar el mundo — al menos el propio— un poco mejor de lo que lo encontramos.
-En tu libro escribes, “se logra más confiando en los demás que desconfiando”. ¿Por qué?
Yo creo que por eso hay tanta autoayuda por todos lados, y está en auge la necesidad de entrar en dinámicas psicológicas de comprensión desde lo externo. Porque es verdad que se logran más cosas con la confianza desde el momento en que tú te relajas mucho más, no estás en tensión, pensando que alguien te pueda hacer daño, o te puede engañar. Entrar en un proceso de confianza que te relaja a nivel intelectual y emocional, pero también te abre puertas a crear un vínculo
La confianza genera vínculos de reciprocidad, y por lo tanto amplia tu capacidad de conexión en lo social. Sin embargo, la desconfianza cierra vínculos. Por una desconfianza que sufras, por una traición que te venga, no va a compensar todas las puertas que te ha abierto. Las confianzas, los vínculos de amistad, los vínculos de amor, los vínculos profesionales... Es decir, que, porque te traicionen una vez, no puedes entender la traición como la esencia de lo humano. Y por eso se vive mejor con confianza.
-Eva habla también sobre la culpa metafísica, y no pude evitar preguntarme, ¿cómo podemos lidiar con esa culpa que sentimos al ver el mundo destrozado?
Sí, eso es inevitable. Yo creo que el único mecanismo para luchar contra esa culpa metafísica de adorno tiene que ver con los mecanismos de proximidad. Es decir, la mejor manera de luchar con esa culpa, es utilizar las microrresistencias. Foucault lo dice, lo que está en tu mano. Para mí una microrresistencia es intentar ayudar a la gente que tienes a tu alrededor en la media de tus posibilidades, para que no te insensibilices con los grandes temas de la vida que aparecen en los telediarios. Es la única manera que yo creo que se pueden hacer este tipo de acciones.
Tú necesitas poner en valor todos los procesos que puedas que humanicen tu realidad cotidiana. No las cuestiones grandilocuentes.
Pero claro, si te metes en ese malestar de encender un telediario y ves que el mundo está sufriendo y que parece que puedes hacer nada… Claro, no haces nada porque en esos ámbitos el control tuyo de influencia es cero. Es cero.
Por eso, de lo que tenemos que convencer al mundo es de que lo importante es la microrresistencia. No sabes nunca dónde va a terminar esa microrresistencia.
-La labor pedagógica podría ser una de esas formas de microresistencia…
Sí, yo he tenido siempre una conciencia de que mi gran labor social están mis alumnos. Siempre, desde el primer día que di clase. Dije, bueno, si yo aquí siembro semillas de comprensión, de pensamiento crítico, estos alumnos míos, donde germinen esas semillas, mejoran el mundo allá donde estén. Entonces, la gran labor social es tomarte muy en serio lo que haces si afecta a otras personas en vivo y en directo. Para mí eso es importante.
-Otra forma de resistencia que aparece en tu libro es el silencio. Me parece que el silencio en el mundo en el que vivimos parece casi imposible de alcanzar.
Mira, para una buena lectura tú necesitas silencio. Yo, cuando leo, últimamente me pongo los cascos y pongo lluvia o sonido blanco. Y a partir de ahí entro en esas dinámicas de relajación.
Y luego es importante que no te violente el silencio. Que estés con alguien tranquilamente y de alguna manera, sin ninguna conversación, podamos estar tranquilos, cada uno pensando en lo suyo. Pero eso requiere mucho tiempo y atención, y sobre todo un fundamento de respeto de lo que acontece en el silencio, que es algo bellísimo.
-El silencio escasea, pero también la paciencia.
La paciencia la habían metido en la caja de Pandora. Y cuando Pandora se casa con Epimeteo y abre la caja, todos los males salen y cuando se da cuenta, tapa la caja. Y el único mal que se queda dentro es la esperanza.
La cosa es, ¿cuánto vamos a tardar en sacarla? ¿Cuánta paciencia necesitas tú para que esa esperanza aflore? ¿Cuál es el tiempo adecuado para ponerla a flote?
La paciencia es una cualidad que me parece que está de alguna manera minusvalorada. En una sociedad donde para que algo adquiera el nivel de profundidad y deleite, se necesita sedimento, la paciencia tiene mucho que ver con el cultivo. Es decir, los buenos frutos requieren de tiempo y de atención y de cuidado. Y eso no se hace de un día para otro. Necesitan un proceso atencional largo. Y no se nos puede olvidar que cultura y cultivo comparten raíces etimológicas.
Entonces, todo lo que conlleve un enriquecimiento del sujeto a nivel de nutrición necesita paciencia. No se hace de un día para otro. Y esto es lo que muchas veces no estamos dispuestos a comprender en el siglo XXI.
-También tengo aquí apuntada una parte que a mí me impactó mucho del libro que es cuando Eva hace una defensa de la venganza. ¿Es buena la venganza?
Como Eva lo ve, sí, porque considera que es un modelo de justicia. Es decir, no voy a utilizar venganza como crueldad, no. Ella tiene un planteamiento filosófico muy profundo que dice: bueno, las personas que me han hecho daño, y sé que son malas personas, cuando yo tengo la oportunidad devolvérselo, si dejo pasar esa oportunidad, ¿en qué me convierto? Porque a lo mejor el hecho de que yo me vengue, para que la balanza de la justicia se equilibre, hace que esa persona no vuelva a cometer el mal.
La otra opción es perdonar y, por lo tanto, olvidar y seguir adelante. Pero perdona de verdad, porque si no, eso se enquista en ti. El dolor que te han hecho se te enquista y empieza a expandirse dentro de ti hasta convertirse en un tormento y generar odio.
Entonces, o bien perdonas o bien te vengas. Si te vengas, hazlo para equilibrar la balanza de la justicia, pero no por deleite.
-Tu protagonista dice también: “no hay nada más inteligente que ser buena persona”. ¿Es así?
Esto viene de Sócrates, y es que el desarrollo máximo de la inteligencia en lo humano pasa por nutrirte del mayor número de vínculos con el resto. Y para eso necesitas rodearte del mayor número de personas que te nutran. Y para que te nutran, la bondad es la esencia que abre las puertas a ese proceso.
¿Por qué? Porque la maldad lo que hace es generar desconfianza y cerrar posibilidades de vínculos. Y a largo plazo, como decía Sócrates, eso es de tontos. Es decir, la maldad es de idiotas porque en vez de abrirte puertas, te las cierra.
Por eso el intelectualismo moral dice que la inteligencia se manifiesta siempre a través de la bondad. La gran inteligencia es cuando te das cuenta de que la bondad te abre más puertas que la maldad en los procesos de nutrición propia, incluso a nivel egoísta.
-¿Y qué significa ser bueno?
Ser bueno significa intentar dejar al mundo mejor que te lo encontraste. Al menos el tuyo propio. Es decir, que, cuando al final abandonamos de alguna manera esta vida, tengas la conciencia tranquila de haber hecho lo que has podido por mejorar el mundo.
No significa, al contrario de lo que mucha gente piensa, no hacer el mal. Yo veo a mucha gente y me dicen: qué buena persona, no le hace daño a nadie.
Bueno, que no le haga daño a nadie no significa que sea buena persona. Significa que no hace daño, pero es que ya estamos asociando ser buena persona a no hacer daño. No, ser buena persona es implicar tiempo y atención en mejorar lo que hay presente.
Es decir, tener la conciencia de la responsabilidad de que vas a hacer todo lo posible porque mejores lo que está a tu alrededor. Eso para mí es la esencia de la bondad.
-¿Cómo educar en el pensamiento crítico en tiempos tan complicados?
Hay un primer elemento básico que todo educador tiene que tener presente y es que lo quiera o no lo quiera, es ejemplar. ¿Ejemplar qué significa? Que está marcando un ejemplo con lo que hace.
Entonces, si una madre o un padre toma conciencia de su ejemplaridad, es decir, de que está siendo evaluado constantemente por los ojos de su hija o de su hijo, su actitud debería de cambiar. De manera que, si estás viendo el telediario y tú coges el móvil como madre, como padre, cada dos por tres porque estás aburrido con el telediario, estás mandando un mensaje de manera inevitable. Cuando tu hija se levanta por la mañana y le das un beso, estás marcando un mensaje.
Entonces, la esencia, el fundamento, yo te diría es que tomen conciencia de que están siendo ejemplares lo quieran o no.
Y la segunda es que están construyendo un legado. En esa ejemplaridad estás dejando un legado. Seas consciente o no seas consciente de ese legado. Pero tú estás siempre dejando un legado de forma. Entonces, si no eres consciente, es preocupante porque ese legado se queda.
Es decir, esa imagen de ti que van nutriendo a tu hijo sobre tu realidad, va sedimentándose. Engancha en su manera de entender el mundo, de sentir el mundo y de pensar el mundo. Y para mí eso es fundamental.
-En tu libro nos dices que la autoayuda ha robado a la filosofía sus mejores ideas y las ha prostituido. ¿Se debe usar la filosofía para ser feliz o es algo mucho más complejo?
La filosofía se debe utilizar para la construcción de la identidad. No es un objetivo de felicidad.
Ahora, si la construcción de la identidad la haces de una manera profunda y equilibrada, yo creo que las papeletas para que al final de la vida haga evaluación y veas que todo suma.
Pero sí estoy convencido de que la vida es más gozosa desde una visión filosófica que sin una visión filosófica. Es decir, que la conciencia de cómo configuras tu identidad, de dónde procede tu idea de justicia, de dónde viene tu criterio ético cómo se configura la realidad de la belleza que rodea tu visión de la vida…
Si reflexionas sobre eso, entiendes mucho mejor los contextos que han condicionado tu realidad y por lo tanto tienes más facilidad para aceptar, para despojarte de aquello que consideras que es más inoportuno o más dañino para ti, y de incorporar cuestiones que consideras más nutritivas. Pero eso requiere reflexiones, eso requiere que tengas una conciencia que jerarquice tu vida y eso la filosofía te lo da. Te da muchos instrumentos para llegar a ese nivel, pero no como un objetivo de felicidad.
-¿Y no puede ser autoayuda?
A ver, la autoayuda tiene un contexto muy singular en el siglo XXI, y creo que fue muy útil en los momentos en los que empezó la desorientación, hace 20 años. No existía la autoayuda y a partir de ahí pues empiezan a dar consejos a la gente que no tiene esa capacidad de autoanálisis.
Pero el problema es cuando eclosiona como la recuperación de lugares comunes convertidos en enseñanzas categóricas. Y entonces un libro de autoayuda te obliga a ti a adaptarte a las enseñanzas, mientras que la verdadera ayuda lo que hace es cogerte a ti y modificar lo que haces. Es decir, cuando tú vas a un psicólogo lo que hace es, a partir de tu biografía, te ayuda a mejorar. Pero te ayudan partiendo de tu contexto y tus circunstancias.
Ahora, si tú compras un libro de autoayuda, no reconoces ni tu contexto ni tu circunstancia ni tu biografía. Eres tú el que se esfuerza a entrar en esos consejos y por eso muchas veces fallan los libros de autoayuda.
-¿Qué libros recomendarías a alguien que esté perdido?
El primero, y sobre todo, las Cartas Lucilo de Séneca. Es una guía para la vida con más de 130 consejos que son maravillosos. Es una guía para la vida buenísima, es fundamental. Y luego, por dar una pincelada distinta, que te hace pensar en la belleza de la mirada pura y virgen, que la gente lea El Principito. Ahí encontrarás el brillo de una mirada distinta.
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