| | Existe una idea muy extendida: que pensar mejor conduce a pensar políticamente de una determinada manera. Que las personas más inteligentes tienden, casi por inercia, hacia ciertas posiciones ideológicas. Sin embargo, una investigación longitudinal que ha seguido a individuos superdotados desde la infancia hasta la edad adulta desmonta este supuesto. Sus resultados muestran que la inteligencia elevada no predice ni la ideología política ni la ubicación en el eje izquierda-derecha. | — Pol Bertran |
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| | | ¿Las personas muy inteligentes piensan políticamente distinto? 🧠 | Existe una creencia bastante extendida (a veces explícita, a veces implícita) de que la inteligencia elevada conduce a determinadas posiciones políticas. Que las personas con un cociente intelectual muy alto tienden a ser más progresistas, más críticas con el statu quo o, directamente, “más de izquierdas”. Esta idea aparece con frecuencia en debates públicos, redes sociales e incluso en algunos discursos académicos, como si la inteligencia marcara una dirección ideológica casi inevitable. | Sin embargo, cuando la psicología empírica se detiene a observar los datos con calma, la historia suele ser menos intuitiva y bastante más interesante. Un reciente estudio longitudinal, que ha seguido durante décadas a personas identificadas como superdotadas en la infancia, llega a una conclusión clara: las personas con un CI muy alto no se diferencian de la población general en su posicionamiento político en el eje izquierda-derecha. Este resultado no solo desafía estereotipos, sino que también obliga a replantear cómo entendemos la relación entre inteligencia, personalidad, valores y comportamiento político. | Inteligencia y política: una relación menos directa de lo que creemos 🗳️ | La pregunta de fondo no es nueva. Desde hace décadas, distintos estudios han intentado relacionar la inteligencia con actitudes políticas, con resultados contradictorios. Algunos encontraron asociaciones débiles entre mayor inteligencia y actitudes más liberales; otros no hallaron ninguna relación clara. El problema, en muchos casos, era metodológico. | Gran parte de estas investigaciones se basaban en muestras poco representativas, medidas simplificadas de ideología o evaluaciones puntuales en un solo momento vital. Además, solían confundir inteligencia con nivel educativo, estatus socioeconómico o capital cultural, variables que sí están claramente relacionadas con la orientación política. | El estudio que nos ocupa parte de un enfoque distinto. En lugar de medir la inteligencia en adultos y correlacionarla con opiniones políticas actuales, siguió a un grupo de personas desde la infancia hasta la adultez, identificando tempranamente a quienes tenían un CI igual o superior a 130 y comparándolos con un grupo equivalente de inteligencia media. | Treinta y cinco años después, ambos grupos fueron evaluados de nuevo, esta vez en su posicionamiento político. Y aquí es donde aparece el dato clave: no hay diferencias significativas entre personas superdotadas y no superdotadas en su autoubicación ideológica. | Ni más de izquierdas ni más de derechas ↔️ | Cuando se pidió a los participantes que se situaran en el clásico eje izquierda-derecha, las puntuaciones de ambos grupos fueron prácticamente indistinguibles. Ni la inteligencia elevada empujaba hacia posiciones más progresistas, ni hacia posturas más conservadoras. Simplemente, la distribución ideológica era muy similar a la de la población general. | Para ir más allá de esta medida unidimensional, los investigadores utilizaron también un cuestionario multidimensional que evaluaba actitudes específicas: liberalismo, conservadurismo, socialismo y libertarismo económico. De nuevo, el resultado fue el mismo: la inteligencia no predecía una orientación política concreta. | La única excepción fue un efecto pequeño y muy específico relacionado con el sexo. Entre los hombres, los no superdotados mostraron niveles algo más altos de conservadurismo que los superdotados. En las mujeres, en cambio, no se observaron diferencias entre grupos. Este hallazgo, aunque interesante, no cambia el mensaje principal del estudio: la superdotación, por sí sola, no define una ideología política. Este punto es crucial porque desmonta una narrativa simplista muy extendida: la idea de que pensar “mejor” implica pensar “de una determinada manera”. | Por qué la inteligencia no determina la ideología 💭 | Desde un punto de vista psicológico, el resultado tiene mucho sentido. La orientación política no depende únicamente —ni siquiera principalmente— de la capacidad cognitiva. Está moldeada por una red compleja de factores: | Socialización temprana: familia, entorno cultural y experiencias educativas. Identidad social: pertenencia a grupos, clase social, género, contexto histórico. Emociones y valores morales: cómo interpretamos la justicia, la autoridad, el cuidado o la libertad. Experiencias vitales: crisis económicas, migraciones, enfermedades, cambios laborales.
| La inteligencia puede influir en cómo una persona argumenta sus posiciones, en su capacidad para manejar información compleja o detectar contradicciones. Pero no determina qué valores prioriza. Dos personas igualmente inteligentes pueden llegar a conclusiones políticas opuestas partiendo de sistemas morales distintos. | Además, las personas con alta inteligencia no son homogéneas psicológicamente. Pueden diferir enormemente en rasgos de personalidad como apertura a la experiencia, estabilidad emocional o necesidad de estructura, todos ellos mucho más relacionados con la ideología que el CI. En otras palabras: la inteligencia es una herramienta cognitiva, no una brújula moral. | Un antídoto contra el elitismo intelectual 🧐 | Este estudio también tiene implicaciones sociales importantes. La idea de que ciertas posiciones políticas son “más inteligentes” que otras alimenta una forma sutil de elitismo intelectual. No solo polariza el debate público, sino que también deshumaniza al adversario, reduciendo la discrepancia ideológica a una supuesta falta de capacidad mental. | Los datos sugieren lo contrario. Las personas con alto CI participan en el espectro político de forma tan diversa como el resto de la sociedad. Apoyan ideas conservadoras, liberales, socialistas o libertarias en proporciones similares. No porque “no entiendan” la política, sino porque la política no es un problema de inteligencia, sino de valores. | Este matiz es especialmente relevante en una época en la que el debate público tiende a medicalizar o patologizar al oponente. La psicología, cuando se apoya en datos sólidos, puede servir como freno a estas simplificaciones. | Pensar mejor no es pensar igual 🧠 | La conclusión del estudio es tan sencilla como potente: tener una inteligencia muy alta no empuja automáticamente hacia ninguna ideología política concreta. Las personas superdotadas no forman un bloque ideológico uniforme ni representan una élite políticamente diferenciada. | Desde la psicología, este resultado refuerza una idea fundamental: la diversidad de pensamiento no desaparece con la inteligencia, sino que se expresa a través de ella. Pensar mejor no significa pensar lo mismo, ni llegar todos a las mismas conclusiones. | Y quizá esa sea una de las lecciones más valiosas de esta investigación. En lugar de buscar en la inteligencia una explicación para las divisiones políticas, conviene mirar hacia los valores, las experiencias y los contextos que realmente dan forma a nuestras creencias. Porque, al final, la ideología no se mide en puntos de CI, sino en cómo cada persona interpreta el mundo que le ha tocado vivir TOMADO DE Psicología y Mente
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