La Regla de San Agustín, Introducción y comentario de Nello Cipriani, OSA

 



Al acercarnos a la Regla podemos creer en un primer momento que es un conjunto de normas prácticas, pero ni es esto, ni una exposición teológica, ni un tratado de formación espiritual; quien conoce este documento descubre que tras cada norma se esconde un espíritu.

·        Naturaleza y fundamentos de la vida monástica

“Esto es lo que mandamos que observéis los que residís en el monasterio: Ante todo, que habitéis unánimes en la casa y tengáis una sola alma y un sólo corazón en camino hacia Dios.[i]

La eclesialidad de la comunidad monástica

Al referirse a la finalidad principal de la vida monástica, en esta frase se pueden advertir hasta tres alusiones bíblicas:

v  Jn. 1,52; Sal 67, 7; Hch 4, 32

La experiencia de la vida común es querida por Dios; es expresión  de su sueño y de cómo vivieron las primeras comunidades. La concordia en la vida comunitaria es un don que solo lo da Dios.

La diferencia que tenemos con los animales es la capacidad de vivir en comunión, es la adopción de la gracia de Dios; desde la creación nos ha hecho capaces de sociabilizar y solo Él nos hace estar unidos más allá que por la sangre o las distancias, por los afectos.

Esta unión del corazón solo la da el Espíritu Santo; una muestra son las primeras comunidades y es que Él es el único que hace posible una perfecta comunión espiritual.

Pero esto exige radicalidad: el salir  de mí y no apropiarme de nada, para dejar a Dios cumplir su deseo de comunión en la comunidad.

Agustín relaciona el término monos de donde viene monje, no con uno solo,  sino como todos (en el monasterio) seamos uno, por lo tanto, si busco la desunión no soy monje.

Del  comentario al salmo 132 podemos recoger los siguientes puntos:

v    La comunidad agustiniana debe ser testimonio vivo de la unidad en la Iglesia.
v    Agustín llama a la unidad y reprocha al  que vive separado.
v    La  Iglesia y el Monasterio han nacido por el amor.
v    El clamor de Dios es la unidad.
v    Lo que unió a los apóstoles fue el que todos descubrieron a  Dios y fue Él quien  produjo la concordia.
v    La unidad en la comunidad se generó por el permitirse permear por el Espíritu.
v    La aventura del cuerpo de Cristo es la concordia:
o        El sacerdote Aarón representa al Cristus totus. El mismo Cristo cabeza y el cuerpo que es la Iglesia.
o        El ungüento es el Espíritu Santo, desciende abajo hasta el vestido, que es la Iglesia presente; El Espíritu Santo también es el Rocío que empapa toda la humanidad.
o        La barba representa a los primeros  testigos de Cristo, que dan la fortaleza de la tradición;
o        La orla del vestido son los monasterios por medio de la perfección de la ley de Cristo que es la unión.
o        El gorjal o abertura (los que habitan como uno, y que es también orla) es por donde entra la cabeza Cristo, por la concordia fraterna, a fin de que la Iglesia se una a Él.
v    La unidad y la concordia son frutos de la caridad, del Espíritu Santo, que como rocío que  se derrama en nuestros corazones; cuando no es Cristo quien guía nuestra comunidad se da la murmuración y en últimos términos, la desunión.

Interioridad y comunión fraterna

La caridad aunque es un don no me dispensa del compromiso; la luz que es Cristo, me pide disponibilidad, aquí es necesario preguntarse ¿Cuáles son los obstáculos que yo le pongo?, para poder hacer un discernimiento y descubrir estos obstáculos es necesaria la interioridad, quien vive  fuera busca alabanzas o placer. Dios habita en lo más íntimo de mí; es la vida misma del espíritu humano, “en la mente, reciba la luz y en el corazón la caridad”. Si permanezco en Él la mente se ilumina con su luz.

También es bueno preguntarse ¿Cuáles son mis talentos?, El don de Dios no tiene por qué perturbarlos, pues es Él mismo quien los da. De aquí puedo aportar o destruir en la comunidad.

La comunidad Agustiniana se encuentra In Deum, dirigidos, en búsqueda, en camino hacia Dios, pues solo se puede vivir en una sola alma y un solo corazón, si se está en búsqueda de Dios.

La importancia de vivir dentro en búsqueda constante de Dios es lo que nos capacita para este estilo de vida, porque la misión surge de la contemplación y para vivir en unidad es necesario buscar la caridad y ésta solo se da en el interior.

Pero tenemos que tener claro que la unidad perfecta se dará solo en el cielo, por lo que aquí nos toca luchar en todo momento por volver o permanecer en la comunidad.

La Comunión Teologal

San Agustín dice que la unión de las almas y los corazones están fundados en la comunión de las tres virtudes teologales (Fe, Esperanza y Caridad).

Todos los que creemos en el Único somos una sola cosa en esta vida. Uno en la fe, en la esperanza y en la caridad.

Solo cuándo se toca fondo empieza la fe; es necesario tirarse al vacío con la certeza de que alguien está.

Pero la comunión no solo es fruto de la fe, pues creer en Él siempre incluye la caridad. Por lo tanto es fruto de la fe y la caridad.

La caridad es la verdadera fuerza, el fuego, por eso  es necesaria la purificación sin perder lo que soy en esencia, pero se hace necesario en el proceso de hacerse comunidad perder para ganar. Porque Dios siendo fuego nos funde a todos, nos purifica. El bautismo de Jesús fue la cruz.

El Espíritu Santo difunde la caridad en nuestros corazones y nos hace capaces de amarlo sobre todas las cosas en él. Nos hace amar la justicia, la comunión y la unidad con los hermanos, querer el bien del otro. Soy para los demás, mi preparación es para los demás, todo es para  la misión y el crecimiento de la comunidad.

Para quién tiene caridad no hay mayor crimen que la división y la ruptura de la comunión. Así que por amor de la unidad soportémonos mutuamente. Quien no recoge con Cristo desparrama. “Mi alma no es mía es de mis hermanos, las almas de ellos son mías, son una única alma”.

Trinidad y comunidad

La Trinidad es ejemplo de comunidad, es puro amor. La comunidad al vivir en concordia hace posible el acercamiento a la unidad trinitaria, la comunidad es reflejo del amor trinitario. La unidad de los creyentes es ella misma don trinitario, fruto del don del Espíritu Santo con el que el Padre y el Hijo ponen a los creyentes en comunión con ellos y entre ellos.

La vida comunitaria es un don pero también es una decisión. La concordia también es un don, que surge de la búsqueda de Dios, y no es posible sin una intensa vida interior.

La Trinidad ayuda, ilumina, llena y por medio del silencio, el ser humano obedece, contempla y acoge ese llamado a la comunión.

Es necesario preguntarse ¿Qué busco en el convento, si no busco la unidad?, nosotras somos hermanas y Jesús es el único maestro, Él es quién elige a sus discípulos. Cada una es elegida por Él y Él es quién nos ha convocadono es un proyecto de ninguna de nosotras es de Dios.

Fundamentos económicos y psicológicos

San Agustín pide a los hombres una perfecta comunión de bienes materiales y una sincera actitud de humildad, que los lleve a ir en busca de una verdadera igualdad con los hermanos.

La igualdad de bienes según San Agustín consiste en dar a cada quién según lo que necesite.

Cuando alguien se pone por encima hay desigualdad, y se originan las divisiones y las luchas entre las personas. Esta comunión exige un radicalismo evangélico,  del paso de un pensamiento individualista a uno comunitario. En caso distinto no es posible la vida comunitaria.

Es necesario configurarnos con el ideal de vida común, de forma que lo tengamos metido en los tuétanos. Dios nos capacita para vivir en conversión y por medio de la humildad expresar libremente lo que tenemos. Ser fieles a lo común.

En Hechos de los Apóstoles se encuentra una utopía igualitaria, contra la desigualdad y el individualismo, el poseer, el tener y la desenfrenada concepción de libertad, aquí todo es de todos.

Muchas corrientes en la filosofía han  buscado vivir de forma común e influenciaron en San Agustín, pero ninguna tiene como centro la caridad. Si no existe la caridad no existe un proceso de comunión.

La apropiación provoca la injusticia, por eso propone la eliminación de la propiedad privada en el monasterio y el cuidado de lo común.

Mi preocupación por el  bien común es directamente proporcional a mi unión con Dios.

nuestro bien común como comunidad consagrada es Dios que no se da de a poco, sino que  llena el alma y la llena toda, y nos hace plenamente felices. En la comunidad no cabe la envidia que es el no trascender las situaciones cotidianas.

Es necesario preocuparse por no acumular, que refleja la consciencia de que otros no tienen nada.

En una comunidad:

v  Todos deben preocuparse por no someter a nadie,
v  Desear que todos sean iguales,
v  Reconocer que la persona vale por lo que es no por lo que tiene.
v  No basta con solo la unión de los bienes materiales.
v  La soberbia es el deseo de ser o de aparecer más que los otros, cuando ésta interviene se presenta la competición en la comunidad; pero la única competición que debemos exigirnos es la de amar más.

Es necesario asumir la propia libertad y no cosificarse, preguntarse ¿Qué me mueve?, vivir en libertad, alegría y amor no para mi servicio personal, sino para el servicio de los demás y ante cualquier dificultad: “¡bendito sea mi Dios!”.

Afirmarse en una cosa o en una situación muchas veces provoca que me retire de la comunidad, y me haga dependiente; la recta independencia es la que puedo tener algo pero no dependo de esto.

San Agustín describe a la soberbia como el amor excelentísimo por ser destacado, por ser más que los otros, sin reconocer la igualdad entre todos;  y ante esta nos invita a vivir en humildad, confiando en Dios y no en mí, sin buscar ningún reconocimiento y sin presumir de nada; si algo he de presumir es de que soy pecadora.

Desde San Agustín podríamos decir que la soberbia es lo opuesto a la caridad; son los dos amores que dieron origen a las dos ciudades. La soberbia lleva a la dispersión mientras que la caridad me lleva a la unidad.

En la soberbia se encuentra la raíz de todo pecado, el egoísmo, la lascivia y la avaricia.

Es propicio preguntarse: ¿Qué amor me determina? ¿A qué amor le apuesta mi vida?

El comunismo y la vida monástica se parecen en que ambos proponen una vida en común y eliminan la propiedad privada; pero la diferencia se encuentra en que esto se vive en el monasterio desde la esperanza escatológica y en que la unidad fraterna se construye día a día y se manifiesta en el dejarse ayudar y en el tener tolerancia.

La responsabilidad de la caridad se expresa en el desear lo mejor para el otro; ser mejores y ayudar a crecer a mis hermanas; sacar el resentimiento y buscar que la hermana sea feliz es resultado de la unión con Dios y con mis hermanas.

El servicio comunitario tiene que ser expresión de la fe común, si falta la comunión espiritual nos convertimos en funcionarias.

Somos llamadas a la igualdad desde lo psicológico, lo social y lo económico.


TOMADO DE La Regla de San Agustín, Introducción y comentario de Nello Cipriani, OSA

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