El nacionalismo moderado en la antesala de la revolución de 1959
El nacionalismo moderado y la cubanización de la economía: operaciones de mercado
El descalabro de la industria azucarera durante la crisis de los años treinta, la reorientación interna de la economía de Estados Unidos y su mayor enfoque hacia otras regiones del orbe, y el desarrollo emprendedor de diversas empresas cubanas logró gradualmente el traspaso de la propiedad de sectores importantes de la economía de extranjeros a insulares, mediante compra y venta en operaciones de mercado.
El cuadro 1 muestra la distribución por su origen de los dueños de los centrales azucareros en Cuba (25), cómo durante la década de 1930 los de estadounidenses comenzaron a pasar a manos de otros y, a lo largo de los decenios siguientes, se produjo una cubanización de los mismos. Se multiplicó por 2 la cantidad de ingenios en manos de empresas insulares y por 2,45 la proporción de la oferta de dulce que estos producían en 1952 y casi por 2,8 en 1958. Esa nacionalización silenciosa se desarrolló durante las presidencias de Fulgencio Batista, Ramón Grau y Carlos Prío Socarrás (1948-1952) y prosiguió en la dictadura del primero (1952-1958).
La banca privada también mostró un proceso de cubanización. En 1950 las entidades financieras nacionales otorgaban el 53% de los préstamos insulares y disponían del 49,5% de los depósitos. En 1958 ambas cifras aumentaron al 63,1 y 61,1%, con una tendencia ininterrumpida de crecimiento excepto en 1958, cuando se redujo levemente el porcentaje de los depósitos (26).
Cuadro 1. Número de centrales y porcentaje de su producción en la oferta azucarera de Cuba según la nacionalidad de sus propietarios 1927-1958
| 1927 | 1939 | 1952 | 1958 | |||||
| Número | Oferta (%) | Número | Oferta (%) | Número | Oferta (%) | Número | Oferta (%) | |
| EE. UU. | 89 | 62,5 | 66 | 55,1 | 41 | 43,0 | 36 | 36,7 |
| Cuba | 57 | 56 | 22,4 | 113 | 55,0 | 121 | 62,1 | |
| Otros | 29 | 52 | 22,5 | 7 | 2,0 | 4 | 1,2 |
Fuentes: Cálculos basados en datos de Santamaría. Sin azúcar no hay: 143, Foreign Policy Association, Commission on Cuban Affairs. Problems of the new: 226-227; U. S. Bureau of Foreign Commerce. Investment in Cuba. Washington. Government Printing Office, 1956: 37; Álvarez Díaz. A study on Cuba: 523.
El comportamiento de la propiedad, cuyos cambios ocurrieron mediante intercambios en una economía de mercado, debilitaron el posible reclamo nacionalista a favor de la expropiación de los centrales y otras compañías extranjeras. Sin ruido político, por lo tanto, la cubanización empresarial representó un triunfo material del nacionalismo moderado en la isla.
El nacionalismo moderado en la antesala de la revolución de 1959
En la sección anterior se informó sobre la moderación de la presidencia de Grau y acerca de la posición del Partido Socialista Popular en Cuba a mediados de la década de 1940. En ambos casos hubo un caudal nacionalista. El primero avanzó márgenes de protección para la industria doméstica y el PSP insistió en la expropiación de las compañías de electricidad y de teléfonos.
El gobierno de Grau, la oposición de izquierda, incluido el Partido Socialista Popular, y los sectores sociales y políticos a los que representaba, por lo tanto, coincidieron en un nacionalismo y también en su moderación, y así reflejaban el amplio consenso en esa época al respecto en Cuba.
Desde la derecha cubana, el Partido Demócrata, a través de su vicepresidente, Guillermo Alonso Pujol, afirmaba que dicha agrupación “está en la primera línea, hombro con hombro con los Estados Unidos” (27). En el centro-izquierda de oposición a los gobiernos de Grau y Prío, pero también adversario de los comunistas, el Partido del Pueblo Cubano (Ortodoxo) abogaba por una “revisión serena y positiva de las deficiencias que aún perduran en el trato recíproco con [el vecino país]”, lenguaje ejemplar de un nacionalismo moderado. Declaraba, además, su apoyo a la “nacionalización de los servicios públicos que tienden al monopolio”, al mismo tiempo, que era “imprescindible afrontar eficazmente en todos los terrenos la lucha contra las agresiones del imperialismo totalitario de Moscú” (28).
Un joven ortodoxo, Fidel Castro, coincidía con los criterios de su partido, que en ese sentido también compartía el PSP. En La historia me absolverá, plan programático de lo que llegaría a ser la revolución de 1959, condenaba la ilegitimidad, la corrupción y los abusos del gobierno del presidente Batista. Presentaba, además, cinco leyes progresistas de contenido político, social, y económico, pero ninguna de ellas trataba sobre las relaciones con Estados Unidos. Y sobre su contenido planteaba:
“La nacionalización del trust eléctrico y el trust telefónico, [la] devolución al pueblo del exceso ilegal que han estado cobrando en sus tarifas y [el] pago al fisco de todas las cantidades que han burlado a la Hacienda pública” (29).
En la exposición de su discurso político fundacional, por tanto, Castro compartía los criterios de la izquierda política cubana de aquel momento, ortodoxos y comunistas, limitando su conflicto con Estados Unidos exclusivamente a la estatalización de dos servicios públicos. Es decir, un nacionalismo moderado se manifestó inclusive en el germen de la revolución de 1959.
En el “Manifiesto al pueblo de Cuba”, de 8 de agosto de 1955, Castro reiteraba los temas de La historia me absolverá e incluía una lista de quince puntos programáticos, entre los cuales solamente uno (el quinto) retomaba el hilo nacionalista, reafirmando el respaldo a la estatalización de las empresas eléctrica y telefónica (30).
En el “Manifiesto del Movimiento 26 de Julio al pueblo”, publicado en noviembre de 1956, Castro mantenía los cánones del nacionalismo moderado, culpando a Batista de la desnacionalización de Cuba, y afirmando al mismo tiempo que “es impropio en América utilizar la palabra ´imperialismo´”, añadiendo que buscaba una “amistad productiva” con Estados Unidos como “fiel aliado” (31).
El programa económico del Movimiento 26 de Julio, redactado por Regino Boti y Felipe Pazos, atribuía a Batista el arranque de la desnacionalización de Cuba (32). Omitía mención a nacionalizaciones, pero aboga por una mejor regulación de las inversiones extranjeras, actuales o futuras, con la posibilidad de revocar concesiones “obtenidas mediante un fraude” (33).
En febrero de 1958 Fidel Castro publicó en Estados Unidos un artículo en inglés en la revista Coronet, donde indicaba que ya había descartado “planes para la expropiación o nacionalización de la inversión extranjera” que, al contrario, “siempre será bienvenida y estará segura” en Cuba. El Pacto de Caracas, en verano del mismo año, que le confirmaba como jefe supremo de todas las fuerzas revolucionarias insulares, omitió toda referencia a incautación o estatalización de empresas foráneas (34). Aun suponiendo que lo expresado entonces era más bien una táctica para no alarmar al gobierno norteamericano, es evidente que la retórica de un nacionalismo moderado poseía un arraigo real en la isla y buena receptividad política.
Hubo pocas encuestas realizadas en Cuba para constatar opiniones sobre las inversiones extranjeras. Una en 1950 y otra en 1956 fueron auspiciadas por empresas. Se preguntó en ellas sobre aspectos relacionados con dos compañías nacionales (una cervecera y una destilería de ron) y dos foráneas (la de electricidad y una de refinado de petróleo y venta de gasolina al público). En ambos años la posición más mencionada fue favorable a las cuatro firmas, el mayor número de quejas (22% en 1950) fueron para la compañía energética. Las sociedades insulares eran más populares que las demás en ambas fechas y las exteriores obtuvieron igual o mejor valoración las dos fechas de los muestreos.
Solamente hay datos sobre las quejas acerca de la empresa eléctrica. Las principales fueron el alto costo de sus tarifas y su servicio deficitario, así como el mal trato al público. En 1950 una de las principales críticas fue que era un monopolio. La propiedad foránea de la compañía fue el cuarto criterio de descontento en la encuesta ese año y en la de 1956, mencionada (pregunta abierta) por el 6% de aquellos que manifestaron alguna insatisfacción contra ella en el primero y por el 7% en el segundo. Es decir, menos del 2% de quienes contestaron al cuestionario en ambas fechas expresaron queja respecto a la condición extranjera de alguna firma (35).
En la encuesta realizada por Lloyd Free en la primavera de 1960 entre 1.000 personas de la población urbana de Cuba solamente un 6% mencionó entre los mejores aspectos de la vida en la isla la independencia nacional, la lucha por la soberanía, la inculcación del nacionalismo o el patriotismo. Al referir sus aspiraciones para el país únicamente un 9% citó esos aspectos u otros como la autosuficiencia económica, una política exterior autónoma o libertad frente a la injerencia extranjera (36). El nacionalismo no parecía ser prioridad nacional.
Conclusión
Había buenas y suficientes razones para la formulación y sustentación de un nacionalismo en Cuba durante los años de la república, es decir de 1902 a 1958. Lo sorprendente fue su moderación. La combinación de nacionalismo y moderación –la queja justificada y su muy escueta expresión– fue resumida elocuentemente en el poema que publicó Agustín Acosta en 1926, al comienzo de la presidencia de Machado. Se refiere a las carretas, tiradas por bueyes, que transportaban la caña de azúcar:
“Van hacia el coloso de hierro cercano:
van hacia el ingenio norteamericano,
y como quejándose cuando a él se avecinan,
cargadas, pesadas, repletas,
¡con cuántas cubanas razones rechinan
las viejas carretas…!” (37)
El nacionalismo moderado, a pesar de ser una combinación tan rara, logró el pleno retorno de la isla de Pinos a la soberanía de Cuba, la derogación de la Enmienda Platt, la renegociación del Tratado de Reciprocidad con Estados Unidos, la equiparación de la validez de los textos de acuerdos bilaterales entre los dos países en inglés y en castellano, el arranque de un proceso de desarrollo económico principalmente industrial, y estuvo relacionado con el traspaso de la propiedad de la mayor parte de la oferta azucarera –la principal producción insular– y de la mayoría de la actividad bancaria de extranjeros a cubanos. Se logró, al mismo tiempo, mantener una relación cordial con el gobierno, empresas y pueblo norteamericano. Ese nacionalismo moderado resultó ser eficaz en dichos importantes aspectos del devenir de la república.
Quizás lo que sorprende más fue el éxito político del nacionalismo moderado en Cuba. En una tercera época de su apariencia, dejando atrás a los odiados autonomistas de fines del XIX y a los plattistas de comienzos del XX, resurgió durante la presidencia de Machado. En el inicio su mandato, antes de su transformación en dictadura, recibió un apoyo bastante general, incluso de algunos intelectuales de la izquierda anti-imperialista (38), como Emilio Roig de Leuchsenring, quien fungió muchos años como historiador de la ciudad de La Habana, y en 1925 escribió sobre el “mejoramiento” de las circunstancias del país que:
“En estos primeros meses de gobierno ha desenvuelto el nuevo presidente, general Gerardo Machado, ya algunos de los defectos, males y vicios que aquí [… en ese libro] señalamos han disminuido o desaparecido por completo” (39).
El apoyo a Machado se explicaba por su hincapié en el desarrollo, que a fines de la década de 1920 abarcaría desde la educación y las infraestructuras hasta el arancel de 1927.
El nacionalismo moderado fue también parte de la estrategia política del primer oncenio de Batista para reducir el apoyo a los radicales y cumplir con lo que era evidentemente un consenso nacional, es decir, la abolición de la Enmienda Platt y la renegociación del Tratado de Reciprocidad con Estados Unidos.
En la alianza entre Batista y el Partido Socialista Popular se observa, además, la moderación del nacionalismo de los comunistas cubanos. Esa postura perduró durante el mandato de Grau, siguiendo así la pauta establecida por Machado. La táctica de este combinó medidas formales (exenciones de impuestos) con una resistencia informal frente a las protestas de Estados Unidos por violaciones insulares del Tratado de Reciprocidad.
En las décadas de 1940 y 1950 el nacionalismo moderado cubano se había convertido, de hecho, en una ideología de estado que reflejaba un amplio consenso de todos los partidos políticos con peso electoral, desde los conservadores hasta los comunistas. Fue también factor importante, tanto por su presencia como por su mesura, en la auto-presentación programática de Fidel Castro y del Movimiento 26 de Julio. La opinión pública manifestaba y nutría esa moderación.
El nacionalismo revolucionario posterior a 1959 en Cuba, por lo tanto, fue una construcción política, que siguió a la victoria de la lucha antibatistiana y del castrismo y creció después. Por supuesto tenía raíces históricas en las guerras de independencia de la segunda mitad del XIX y en la revolución de 1933, pero había quedado marginado durante la mayor parte del periodo republicano. Su marginación ocurrió por diversas razones, pero una de ellas es el argumento y la demostración de este trabajo: el nacionalismo moderado tuvo resultados positivos valiosos para la isla, a bajo coste, y generando entonces un amplio consenso.
FRAGMENTOS TOMADO DE El nacionalismo moderado cubano, 1920-1960. Políticas económicas y relaciones con Estados Unidos - Cuba Próxima

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