Los Miserables
Si hay un calificativo que se ajusta perfectamente a los servidores de las dictaduras sin importar el tinte, es el título de esta novela de Víctor Hugo, que le ha garantizado por siempre un destacado lugar en la literatura universal por su sólida defensa de los perseguidos y condena a los esbirros sin piedad.
Los miserables, sujetos seducidos por una ideología, liderazgo, o simplemente por sus instintos depredadores, no se cuestionan lo que hacen. Actúan en base a sus tendencias criminales o intereses, lo que les conduce a victimizar a quienes no comparten sus iniquidades.
Es apropiado señalar que muchos de estos canallas no se consideran tales porque son incapaces de percatarse de que el simple hecho de servir a un déspota los convierte en victimario. Su elección lo lleva a participar en un circulo de terror que se acentúa en base a la perversidad de cada uno.
Es evidente que toda sociedad cuenta con individuos prestos a las canalladas más horrendas, incluidas las democracias, aunque sin duda alguna, las dictaduras, sin importar el tipo, son más proclives a producir sujetos sin escrúpulos prestos a servir en la acción más deleznable.
Por otra parte, no faltan los que se comportan con indiferencia ante lo mal hecho, individuos sobre los que escribió Jose Martí, “el hombre no tiene la libertad de ver impasible la esclavitud y deshonra del hombre, ni los esfuerzos que los hombres hacen por su libertad y honor”. Estas personas por su indiferencia ante las víctimas, se vuelve también cómplice de los abusos que contemplan.
En honor a la verdad el control social que ejercen los regímenes de fuerza sobre sus ciudadanos es tan vasto y profundo que compromete casi a toda la ciudadanía, envolviendo en particular en la saña oficial a la mayoría de los que sirven en las esferas gubernamentales, aun, cuando no formen parte directa de la estructura represiva.
Todo esto se complica todavía más cuando se padece un sistema totalitario como el cubano, una forma que no permite la existencia del más insignificante resquicio de independencia social, económica y política. El totalitarismo significa ignorancia de los deberes y prerrogativas del ciudadano, un desconocimiento total del derecho de los otros, lo que no exime al verdugo de la responsabilidad de los abusos en los que haya incurrido.
Durante años hemos sido testigo de esbirros del totalitarismo cubano que al salir de la Isla se aprestan a servir el enemigo que escogió Fidel Castro, Estados Unidos, asumiendo, en ocasiones, las posiciones más extremistas, pretendiendo borrar así sus vilezas.
Esta situación se repite con los que en la actualidad son calificados como regímenes castro chavistas, Nicaragua, Venezuela y Bolivia, siendo Cuba el país que ha dado más renegados con independencia de que es un mandato que se ha extendido por 66 años.
Los desertores del castrismo no son los profesionales de la salud que abandonan las llamadas misiones de la dictadura, sino los funcionarios y represores que, en los últimos tiempos con la acentuación de la miseria y el deterioro estructural del sistema, han decidido dejar el servilismo atrás y partir para la casa del enemigo.
Los jueces y burócratas gubernamentales de diferentes áreas, que por su cargo debieron actuar como cómplices directos de acciones represiva o que causaron daños y perjuicios a las víctimas, pretenden tachar sus compromisos con el castrismo como si tal acción los pasara por un Jordán que limpia sus pecados.
Sin embargo, podemos estar seguros de que más de un victimario se ha de refugiar, para limpiar su conciencia y mostrarse trasparente moralmente ante sus familiares, aludiendo que siempre cumplió con su deber o que simplemente cumplía ordenes en base a la famosa excusa de la “obediencia debida”.
Estos sujetos no deberían recibir refugio en ningún país democrático y si denunciados ampliamente por sus crímenes, colocados en una lista publica que los señale como depredadores y enemigos de la democracia por haber servido a los autócratas que tanto daño han hechos en nuestros países como una advertencia a los depredadores de que el crimen si paga, así, quizás, los nicaragüenses, venezolanos, bolivianos y cubanos con espíritu de verdugos, tal vez no actúen como tales.
Pedro Corzo
Periodista
(305) 498-1714
TWITTER: @PedroCorzo43
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