Crisis de valores: ¿Por qué la democracia pierde terreno en el mundo?
Entre guerras, autocracias y populismo, el mundo enfrenta un cambio profundo en sus valores y un desprestigio de la democracia.
Por
Paloma FrancoEl ocaso de los valores democráticos: La desorientación global de nuestros tiempos
Vivimos tiempos convulsos. El mundo parece atrapado en una crisis de valores que abarca todas las dimensiones de la vida pública y privada. En esta era de incertidumbre y desorientación, la democracia, que alguna vez fue el modelo político ideal, enfrenta un desprestigio global mientras el autoritarismo resurge con fuerza.
Un mundo multipolar y fragmentado
Desde la caída de la Unión Soviética en 1991, el escenario global ha cambiado drásticamente. Lo que comenzó como una victoria para la democracia occidental ha dado paso a un mundo donde grandes autocracias como China, Rusia e Irán desafían abiertamente a las democracias tradicionales.
El retorno del fascismo y los populismos extremos ha sido evidente en países que antes eran símbolos de estabilidad democrática. En Europa, Italia, Hungría, Polonia y Suecia han visto cómo la ultraderecha gana terreno. Incluso en Estados Unidos, el país considerado como bastión democrático, figuras como Donald Trump han captado la atención con retóricas autoritarias y divisivas.
Tres momentos que marcaron el desprestigio democrático
El desencanto con la democracia no surgió de la nada. Tres momentos históricos han erosionado la fe en este sistema político:
1. El 11 de septiembre de 2001: La seguridad por encima de las libertades
El ataque a las Torres Gemelas en Nueva York evidenció los límites del poder de los estados democráticos para proteger a sus ciudadanos. La Ley Patriótica, que restringió derechos y libertades, marcó un precedente que impactaría a las democracias en todo el mundo.
2. La crisis financiera de 2008: Plutocracia y desigualdad
La debacle económica de 2008 reveló una cara menos idealizada de las democracias: la corrupción y la concentración del poder económico. Los rescates bancarios beneficiaron a las élites, mientras la ciudadanía sufrió las consecuencias de un sistema diseñado para proteger a los más ricos.
3. La pandemia de COVID-19: Restricciones y opacidad
Las medidas necesarias para contener la pandemia de COVID-19, como los confinamientos y las restricciones a las libertades individuales, llevaron al límite la paciencia de las sociedades. Muchos gobiernos aprovecharon este contexto para restringir derechos, ampliar mandatos y perseguir opositores.
¿Qué está reemplazando a la democracia?
En medio de este panorama, surge un retorno a los valores autoritarios. Los machos alfa, los prohibicionistas y los demagogos están de moda, prometiendo soluciones rápidas y directas a problemas complejos.
En países como Rusia y China, los líderes autocráticos consolidan su poder utilizando narrativas de grandeza nacional y estabilidad frente al caos del mundo democrático. En otros lugares, como India o Brasil, los populismos han hecho lo propio, explotando los temores y frustraciones de la población.
Este ambiente recuerda al mundo de los años treinta, una época marcada por un desprestigio general de la política tradicional, un auge de los extremos ideológicos y el uso de la guerra como medio legítimo para resolver conflictos.
¿Qué futuro espera a la democracia?
La pregunta central es si la democracia podrá adaptarse a los nuevos desafíos globales o si será reemplazada por sistemas más autoritarios. Para muchos, el desprestigio de la política tradicional ha abierto la puerta a líderes carismáticos y populistas que ofrecen una ilusión de control en tiempos de incertidumbre.
Sin embargo, la historia también nos enseña que las crisis pueden ser oportunidades para la reinvención. Si las democracias logran reformarse, abordar la desigualdad económica y recuperar la confianza de sus ciudadanos, aún tienen una oportunidad de liderar el mundo hacia un futuro más justo y estable.
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Las medidas necesarias para contener la pandemia de COVID-19, como los confinamientos y las restricciones a las libertades individuales, llevaron al límite la paciencia de las sociedades. Muchos gobiernos aprovecharon este contexto para restringir derechos, ampliar mandatos y perseguir opositores.
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